Todos los días (o quizá no tanto) todos nosotros (o quizá no todos) tomamos decisiones habiéndolo consultado con el Señor.
Una de las decisiones que tomo cada mañana cuando –indefectiblemente-
me asalta el temor ante la incertidumbre que me depara el día es la de
confiar en la presencia del Señor en la historia.
¡Cielos!, viéndolo bien, ¡qué salto de fe gigantesco!
Confiar o no hacerlo. Seguir al Amor o seguir al amor propio. Elegir
entre Su voluntad y la mía. Escoger entre mi soberbia y la Gracia.
Como ser humano e hija de Dios querida y amada sin duda son
decisiones que me definen porque las tomo ante una presencia real: la de
Cristo.
Es probable que, por lo mismo, hayamos venido pasando por alto el que existen algunas decisiones para tomar en la presencia del Señor antes de ponernos bajo la regadera.
Sin embargo, para que vayamos cayendo en la cuenta, es para lo que -ahora estoy segura- ha dimitido el Papa.
Les parece que exagero? Pues, a mí no.
Y me lo parece todavía menos luego de haber leído esta entrevista.