19 de marzo de 2011

Mirando la evidencia

Mirando la evidencia, una cosa -entre tantas- me ha hecho tener gratitud hacia el Señor al haber encontrado el carisma de don Giuss y es el que -día a día- desmorona “lo ya sabido” por lo que para mi es Gracia que me hace mirarme y mirar la vida con mirada nueva cada día.

Mi avidez por las cosas del Señor la tengo desde niña, únicamente ensombrecida en el período durante el cual empecé a depender del criterio de los demás. Cómo es esto? Si, fue cuando -entrando a la universidad- conocí el feminismo y el socialismo y éstos se convirtieron en criterio que suplantó la evidencia.

Cuál había sido la “evidencia” hasta entonces? Pues, sencillo, que dependía de Alguien que colmaba mis anhelos de Infinito.

Cómo es que termina uno trocando la “evidencia” de la que le habla a uno la “experiencia de la realidad” por un criterio que la reduce? Pues, permitiéndoselo.

O es que acaso, no se han visto angustiados después de haber asistido a una conferencia de algún experto”, después de haber leído todos los periódicos para tratar de comprender un suceso o luego de haber consultado todas las referencias posibles para resolver un problema? Pues si, a todos nos ha pasado. Nos quedamos angustiados, así de simple. 

Y qué hacemos? Por lo regular empezamos a tomar decisiones recurriendo a “lo ya sabido", al criterio de los demás y bajo un estado de angustia que no reconocemos sino hasta tiempo después y que no sirve más que para darnos cuenta que no debimos haberlo hecho; más casi nunca estamos lo suficientemente atentos como para intuir la otra opción que tenemos que es la de mirar la evidencia que ofrece la realidad.

Les expongo un caso: 

Desde hace años vengo con esta idea de que en mi país celebremos la misa según el rito extraordinario. Esta semana se presentaron acontecimientos relacionados que me llenaron de angustia por lo que empecé a pedir el criterio de otras personas; recurrí a “lo ya sabido” sobre Liturgia solo para darme cuenta que era un puñado de papeles que poco me servían para dar cara a la situación, lo único que estaba a mi disposición era mi angustia y mi soledad ante la cruda realidad.

Frágil y desnuda, tal como salí del vientre de mi madre, debí -en Cristo- plantarme ante ella y fue así como mirarla (como quien mira al Señor a los ojos) consiguió aclararme indicándome el paso a seguir.
Conclusión: Habiendo atendido a los hechos he de reconocer que -por lo regular- uno se permite no mirar con detenimiendo la evidencia de la realidad lo cual le obstaculiza ser receptor de la Gracia de reconocerse total y absolutamente dependiente de Cristo.

“¿En qué se ve que Cristo se acuerda de nosotros, que Cristo está presente en medio de nosotros? En el hecho de que nos hace más conscientes de nuestra necesidad [ ]; y esto me lleva al descubrimiento de mi persona [ ] de hasta qué punto soy un mendigo, soy dependiente. Entonces, ¿cuál es el criterio de la verdad y de la claridad? ¡Que suceda el acontecimiento de Cristo, que lleva dentro de sí la evidencia de las razones, que me arranca de mi confusión, que aclara mi persona y la realidad!”
Apuntes de la intervención de Julián Carrón en la Asamblea de responsables de
Comunión y Liberación de Italia, Pacengo (VR), 27 de febrero de 2011

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