En un país netamente cafetalero, como lo fue el mío durante los últimos siglos, es frecuente hallar simpáticos dichos que describen perfectamente los hechos dentro de determinada actividad como es el que gestaron los cogedores de café para referirse a esos invaluables “granitos de oro” que se rehusaban por una u otra razón a permanecer dentro del canasto.
En el “tiempo de antes” era común escuchar a las abuelitas decir que uno de sus hijos o quizá algún nieto como aquellos granitos de oro “se salía del canasto”. Utilizaban la frase para destacar que la criatura “rompía el patrón” de conducta familiar, el cual –por lo regular- estaba inscrito dentro de los valores cristianos o al menos dentro de las pautas que regían las buenas costumbres que constituían una respuesta realista para la vida en sociedad.
Muchas de las abuelitas del “tiempo de antes” (también muchas de las de ahora) eran mujeres sabias y lo eran porque también eran realistas.
Llegaban a serlo -entre otras razones- porque, habiendo disfrutado o no de una vida cómoda, por lo regular les “tocaba” un marido poco realista y eso las obligaba a plantarse ante la realidad ya que si no lo hacían corrían el riesgo no solo de pasar hambre sino de ver tarde o temprano desbaratadas a sus familias. El realismo de estas mujeres, de hecho, salvó muchos matrimonios y a muchas familias (todavía los salva).
En nuestros días, hombres y mujeres indiferentemente, carecemos de realismo, es más común ver a las autoridades dictaminar sobre ideologías que sobre los hechos así como es más común observar a grupos que se desvían del objetivo que los convocó que grupos que se cohesionan por mantenerse fieles a la realidad…
Muchos andamos queriendo que las cosas sean del modo en que las concebimos y pocos, poquísimos, haciendo frente a los hechos tal y como son; en definitiva que, el mundo está hoy plagado de gente que se “sale del canasto” hasta el punto que “estar fuera” ha llegado a ser considerada la norma y no la excepción, es decir, se alaba el que cada uno tenga su propio criterio sobre cualquier cosa. Mal andamos, ya lo sabemos todos.
Y mal andamos no porque se tenga criterio propio, sino porque la historia ha comprobado que “fuera del canasto” es imposible ser realista y por tanto, imposible ofrecer una respuesta razonable a los hechos que acompañan a la vida cotidiana.
Esto me lo hizo ver este análisis que hace Alessandra Stoppa sobre la sentencia del Tribunal de Estrasburgo sobre los crucifijos y que la Revista Huellas ha titulado “Una sentencia que da la razón a los hechos”.
Si el Tribunal consiguió arrojar una sentencia razonable fue porque se ajustó a los hechos, punto. El realismo de su juicio es un magnífico ejemplo de lo que cada uno de nosotros tendría que hacer al despertar cada mañana, tal y como hacían las “abuelitas de antes”, al echarle el cuerpo a los sucesos de la vida cotidiana.
“Esta sentencia, por lo demás, es el ejemplo de que cuando Europa “hace presente” su cultura, su rostro, incluso los tribunales dejan de comportarse como oficinas abandonadas en Estrasburgo y empiezan a tomar posiciones sólidas, que se pueden contraponer a iniciativas irracionales y llenas de prejuicios. Ideológicas, en definitiva”. Alessandra Stoppa
Y lo grandioso de todo esto, por ser lo más realista, saben qué es? Que nuestra vida está llamada a ser expresión del encuentro con Aquél que nos mostró de qué manera se planta uno ante la realidad con una posición sólida, racional y carente de prejuicios; del encuentro con Aquél que vino y nos recogió a todos en su canasto, tal y como lo hacían las abuelitas “del tiempo de antes".