31 de octubre de 2013

Nuestro voto es para el papel higiénico

De las cosas más divertidas que observo en el ser humano es ese afán por rodearse de cosas bellas. 
Una de las que me resultan más graciosas es el gusto por adquirir papel higiénico perfumado, blanco y suavecito para que se deslice perfumada y delicadamente por las partes pudorosas de nuestro cuerpo. Luego seguimos con el tipo de tela para la ropa de cama y las toallas, pasamos a los cubiertos y la vajilla, la pintura que elegimos para las habitaciones, el auto y lo que lo acompaña, el tipo de vacaciones, música, lecturas, la compañía de la que disfrutamos y así, podríamos seguir nombrando la infinidad de cuestiones bellas de las que nos hacemos rodear.
Llegamos a estar tan atiborrados que, para cuando por cosas de la vida no las podemos adquirir o nos son arrebatadas, nos desesperamos. Hay que ver lo que una señora que conozco sufre tan solo al pensar retirar el sistema de calefacción de agua de alto consumo eléctrico que tiene para sustituirlo por uno más económico. Se le turba la mente y ya no sabe ni qué decir o hacer.
Ni por asomo nos planteamos el por qué de esta necesidad de lo bello ni tampoco si podremos vivir sin ello. Así es como nos rodeamos de objetos y situaciones en las que nos hallamos muy a gusto y sobre las que nunca nos planteamos qué sería nuestra vida con su ausencia.
Nos sucede, incluso, con la política y con la elección de nuestros gobernantes.
En mi país, por ejemplo, el bipartidismo nos tiene ahogados pero únicamente porque votamos a quien consideramos nos garantizará el estado de comodidad y la prosperidad a las que aspiramos.
Esto tiene su razón de ser y es porque, en lugar de en Dios, hemos puesto toda nuestra confianza en el dinero y lo que el mismo satisface nuestras necesidades inmediatas.
Hemos dejado completamente de lado, como quien deja abandonadas algunas cosas en la mudanza, nuestra realidad más profunda y auténticos anhelos, los únicos que sirven para olfatear en cada persona, situación y objeto la única Belleza que colma el corazón humano.

De esta forma es que difícilmente nos planteamos votar por partidos pequeños ya que nos ofrecen incertidumbre y así es como entregamos nuestro futuro y el de nuestros hijos, tal como sacrificio a un dios pagano, nuestro voto a candidatos que ni de lejos pintan sabrán gobernarnos.
En el fondo, indefectiblemente, una y otra vez elegimos aquellos que nos aseguren continuar comprando el papel higiénico que ofrezca plena satisfacción a las más profundas aspiraciones de nuestro trasero.
Tengámoslo claro, el drama humano actual surge de no proponerse ir más allá de lo que ofrece satisfacción lo que nos tiene, indiferentemente de nuestras creencias, como a un náufrago en medio de este período de la historia; el cual, providencialmente, nos está obligando a echar mano de la primera tabla que flotando se nos aproxima sobre las olas y que resulta, al fin y al cabo, ser un pieza del madero de la cruz.
Asido a ella muchos se salvarán pero otros preferirán esperar el bote que les depare su papel higiénico predilecto.
Quedarán esperando.

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