20 de octubre de 2013

"¡Señor, auméntanos la fe!"

Nuestro Señor Jesús tuvo algunas ideas descabelladas. Lo de la morera del Evangelio de ayer es una de ellas.
Tan descabelladas como algunas ideas que han tenido los últimos papas, por dar un ejemplo: Juan Pablo II con su idea loca de regresar a Polonia desafiando al poder político. Igual de descabelladas las de Benedicto cuando liberó la misa según la forma extraordinaria o cuando pensó que sería oportuno dejarnos su trilogía sobre Jesús de Nazareth, llamar a un Año de la Fe del que –hasta el momento- de todo podríamos esperar y, tan descabelladas, que - sencillamente- un día decide que lo conveniente es retirarse para orar. Igualmente descabelladas como, entre otras, la que tuvo Papa Francisco al convocar a la Jornada de Oración y Ayuno por la Paz en Medio Oriente.

A mí, todo esto, de lo que me habla es del tamaño de la fe de estos hombres, por eso, es que cuando el Señor puntualiza sobre el poder de la fe del diminuto grano de mostaza, se me quedan los ojos cuadrados. Me pregunto: Para qué nadie querría plantar en el mar una morera?

Fuera de bromas, “¡Qué daría por tener una fe de ese tamañito!” Hemos de pensar muchos de nosotros. “Qué daría! Lo daría todo!”

Pues bien, el poder del granito quedó en evidencia desde el Antiguo Testamento. La prueba está en que ese pueblo caminó durante miles de años sostenido por su encuentro con el Dios verdadero de quien reconocieron su corazón misericordioso. Nos dejaron constancia de lo que vieron y escucharon; pequeñas grandes huellas las que, generación tras generación, fueron construyendo el camino para el Redentor quien, hecho camino para nosotros, tal como los peregrinos de otrora, caminamos sostenidos por la gracia de Su Misericordia.
Visto así, es claro que la pedagogía divina, posee un patrón inconfundible que produce a lo largo de la historia hombres y mujeres con ideas descabelladas.
Tan descabelladas que tiran abajo los muros de Jericó, separan en dos las aguas del mar, mueven por el desierto a un pueblo numeroso alimentándolo con el maná, etc.

Tan descabelladas que piden perdón ante el muro de los Lamentos, se reúnen con líderes de otras religiones, promueven el diálogo con los descreídos, celebran misa en tierra enemiga, creen en el infinito poder de la fe y de la razón tanto como en el poder de la oración y del ayuno.

Nosotros, que vivimos en la ceguera en la que nos sumerge la era tecnológica, no escuchamos, ni vemos ni tocamos, pero la Creación bien que estuvo alerta el pasado setiembre.
¡Bien que lo estuvo!
Tanto como estuvieron y siguen estando tantísimos hombres y mujeres con una fe del tamaño de un granito de mostaza. Muchos de los cuales deben haber estado en jornada de ayuno y oración hace unos días:

El padre dijo en su homilía:

“En tiempos en que la confusión va diariamente en aumento necesitamos una fe acorde con dicho crecimiento por eso hemos constantemente de pedir: “¡Señor, auméntanos la fe!"”

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