24 de abril de 2014

Mártires, no psicólogos ni psiquiátras

Cuando vivía con papá acostumbraba colocar ordenadamente sobre el fregadero la vajilla antes de lavarla para poder hacerlo eficientemente y sin peligro. Así lo he hecho toda mi vida. Lo considero el orden mínimo necesario. Ahora que vivo con mi hermana intento hacerlo de la misma forma pero a mis sobrinos les parece obsesivo.

A veces parece que el cerco que nos va tendiendo el relativismo se va estrechando.
Resulta que ahora, ser ordenado, implica ser obsesivo. De ahí concluyo que también implica obsesión el ser obediente, respetuoso, amable, caballeroso, gentil porque dichas cosas sirven para poner orden en las relaciones humanas y en nuestra vida diaria.
Y, ya sabemos que, donde hay orden, está Dios.
Ese es el punto: no se quiere a Dios interviniendo en las relaciones humanas ni en la vida diaria. Ni siquiera a la hora de lavar la vajilla. Puf!
El otro día, el nuevo párroco, quien a diferencia del anterior es hombre ordenado, nos ofreció una formación que impartió una mujer de su anterior parroquia quien es una verdadera experta en liturgia. Entre otras cosas nos instruyó para que los monaguillos no bailen en el presbiterio ya que, con el anterior párroco, bailaban.

Pues resulta que, durante la Vigilia Pascual, a la hora del Gloria, los monaguillos irrumpieron con sus bailes. Como su formadora estaba a dos pasos de mí, me le acerqué para preguntarle si había instruido a los niños para que no bailaran. Me respondió que les había dicho que bailaran el Gloria por “lo de la alegría”; es decir, la mujer, fue incapaz de obedecer una sencilla instrucción.

No es que me moleste el desorden en la cocina o la alegría de los niños pero es que si no nos damos cuenta de que en el fondo, tanto el desorden como la desobediencia, son consecuencias de la herida del pecado original se nos dificultará entrar en el cauce de la reconciliación con Dios y con nuestros semejantes. En el cauce de la unidad y la fraternidad.
Es que, seamos honrados, ni siquiera ante las normas de una asociación o club nos comportamos tan irrespetuosos como lo hacemos ante las enseñanzas de Cristo en su Iglesia cuando de la persona del Papa, de Obispos y sacerdotes se trata. Qué locura! No es cierto?
Eso es lo grave del relativismo, nos impide ver nuestras faltas ya que, en principio, parece afectar nuestra psique provocando que nos consideremos ultra-poderosos para tomar decisiones independientemente del orden y las normas establecidas por Cristo en su Iglesia.
Para muestra, un botón, observen nada más los extremos de locura a los que llegan algunos personajes públicos “católicos” progresistas y conservadores. Su conducta es de terror.
No existe forma de ayudar ofreciéndoles razones que es con lo que uno esperaría cayeran en razón. No. Son incapaces de adherirse a lo razonable. Lo que implica algún grado de locura.
Es muy probable que el cerco del relativismo se vaya cerrando a nuestro alrededor al punto de que, en nuestro propio hogar, no podamos movernos libremente.
Cómo vivir la libertad de los hijos de Dios en un ambiente para el que nuestra existencia es una amenaza? Sencillo, rindiéndonos ante la incomprensión, ante la purificación que implica, ante la posibilidad del martirio. Amando.
No es eso, acaso, un aspecto de la Evangelización, quizá, el aspecto más convincente? Claro que lo es, por lo mismo, no confundamos el ser testigos del amor con la tarea de reparar lo que de la psique humana está dañado.

Ser amantes es nuestro destino, mártires, no psicólogos ni psiquiatras; por eso es que para lo mismo entreno lavando la vajilla cuando me corresponde.

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