Ahí estaba yo, en el antiguo y hermoso Templo del Pilar, en silencio,
con mi velo y en mi segunda misa tridentina el sábado 12 de mayo a las
7:30am.
De rodillas, con la mirada perdida en algún punto del altar, tan perdida como podría estar la mirada de una novata en sus primeras misas tridentinas; sin nada particular en mi mente más que el estar rememorando tanta cosa asombrosa que plenifica mi vida recuerdo estar pensando en ese dolor difícil de describir que asumo llevamos todos por el mero hecho de haber sido llamados a la existencia, pero también colmada de gratitud pensaba en mis alegrías y a la vez en el infinito entusiasmo por vivir como el que se me ha regalado.
Por mi mente, pasaron furtivos los rostros de mis seres queridos y también de los que se bien que no me quieren. Delante tuve mis flaquezas pero también todo aquello en lo que he sido fortalecida.
De rodillas, con la mirada perdida en algún punto del altar, tan perdida como podría estar la mirada de una novata en sus primeras misas tridentinas; sin nada particular en mi mente más que el estar rememorando tanta cosa asombrosa que plenifica mi vida recuerdo estar pensando en ese dolor difícil de describir que asumo llevamos todos por el mero hecho de haber sido llamados a la existencia, pero también colmada de gratitud pensaba en mis alegrías y a la vez en el infinito entusiasmo por vivir como el que se me ha regalado.
Por mi mente, pasaron furtivos los rostros de mis seres queridos y también de los que se bien que no me quieren. Delante tuve mis flaquezas pero también todo aquello en lo que he sido fortalecida.
Tomé conciencia de mi dolor de pies, ofrendándolo en ese momento como
reparación así recordé ofrendar también el mal dormir de la noche
anterior.
Así fui entregando en paquete o de uno en uno, según fuera el caso:
mis temores, mis dudas, mis dichas y mis esperanzas… todo iba pasando
poco a poco por mi mente cuando entonces, distrayéndome de mis
pensamientos, miré directamente al padre Fryar porque realizó en el
altar un gesto que me resultó familiar.
Habíamos llegado al momento de la consagración.
“En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos”
Benedicto XVI
Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2012
Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2012
No se si, realmente, lo he dejado claro pero, notan ahora por qué en la misa tridentina o en cualquier misa es tan importante el silencio? En qué disposición consideran que llegué al momento de la consagración tras esta plática en silencio conmigo misma ante el altar de Dios? Es lo que digo, la misa tridentina y en su silencio, que es el mismo silencio del que habla el Papa, no solo escuchamos y nos conocemos sino que comprendemos con mayor claridad.