Me doy perfecta cuenta de que cuando el padre Luigi Giussani menciona
a Cristo como “acontecimiento” a más de uno se le han de poner los ojos
cuadrados, sin embargo, esa forma de presentar al Señor la encuentro
provocativa ya que mi corazón y mi entendimiento entran en alerta como
ha de haber entrado ante las palabras y gestos del Maestro el corazón de
los discípulos en más de una ocasión.
Entramos en alerta o deberíamos entrar si vivimos de manera
consciente en cuanto el Señor presente entre nosotros nos enfrenta a
través de los acontecimientos a una nueva forma de pensar a la que, por
lo regular, nos resistimos debido a que nos da miedo perder “derecho de
propiedad” sobre esa porción de la casa en la que, muy dentro de
nosotros sabemos, no tenemos control ya que pertenece al ámbito en el
que Dios habita.
Ha sido llamando la atención sobre el tema que en su visita a la casa de Loreto
el Santo Padre mencionó que la fe de María es la consigue abrir “la
puerta de su casa para entrar en la voluntad de su Hijo”. De ese
asentimiento suyo es como la fe “nos proporciona una casa en este
mundo”.
De tal forma, si nuestra fe tiene su morada en la voluntad del Hijo,
es que no se comprende el que, por ejemplo, titubees ante la adversidad,
te resistas ante la corrección, que desesperes ante la dificultad o que
opongas resistencia ante el dolor o el sufrimiento.
Mucho más difícil de comprender el que la duda y desconfianza te
aleje de la caridad siendo ésta “el alma de la fe”[1] y el “lenguaje
universal que todos comprenden” así como el argumento “más convincente
[antes] que muchas reflexiones teológicas"[2]
No se comprende tampoco el que viviendo todos en la misma casa en la
que Dios habita haya tantas y tan marcadas diferencias como las que
existen entre nosotros.
En el templo que es María habita la voluntad de Dios. Así es como su
asentimiento “crea y sostiene su libertad”. De ahí que, como al Papa, no
deja de asombrarme el que Dios en el hombre haya “creado un
interlocutor libre” y que, así como a María y a los apóstoles, solicite
del resto de nosotros el “que su criatura le responda con plena
libertad” muy al estilo del Amor en su triple asentimiento: diciendo
“si” a la creación del hombre, diciendo “si” a la Encarnación del Hijo y
diciendo “si” a la Muerte en Cruz.
Se aproxima el Año de la Fe y la oportunidad del siglo para que
retornemos a la sencillez en que vivieron su fe quienes conocieron al
Señor.
Empezando por María de quien no cabe la menor duda ha vivido siempre al Amor, vivido siempre a Cristo, como acontecimiento.
No en vano la ha llamado en Loreto el Santo Padre la “casa viviente”.
[1] San Antonio de Padua “La caridad es el alma de la fe, la que le da vida, sin amor la fe muere”
[2] En la Nueva Evangelización, “la caridad es más eficaz que las reflexiones teológicas”, Monseñor Nikola Eterovic, secretario general del Sínodo de los Obispos, 2012.