2 de septiembre de 2013

Orgullo y prejuicios en tiempo de crisis

Algo de lo que había pensado hablar pero no lo había hecho debido a que todavía no tenía muy claro lo que diría es sobre el papel del orgullo y los prejuicios en tiempo de crisis.
Como saben, hablo desde mi experiencia por lo que, para contextualizar, diré antes que nada que durante la última década a pesar de trabajar para mi padre y en actividades productivas familiares y propias, mis mayores gastos fueron cubiertos durante todo este tiempo por mi padre
El caso es que tras su fallecimiento me encuentro sin ingresos y buscando la forma de generar lo necesario para mi manutención.
Me figuro que muchas personas se encuentran en mi situación por diversas razones y en diferentes lugares del mundo por lo que me parece que podría convenirnos que se dijeran unas palabras al respecto.
Viéndose uno en necesidad de trabajar sucede que el orgullo pone obstáculos no solo en cuanto a buscar un trabajo digno sino que lo que consideramos “digno” se convierte en obstáculo ya que no hay muchas ofertas de empleo por lo que tendría uno que trabajar en cualquier cosa y eso es algo que a muchos les causa problema. No solo porque preocupa “el qué dirán” sino porque, sencillamente, algunos trabajos son definitivamente indignos
Por otro lado, está el que también se pierde la dignidad por lo que algunos terminan pidiendo dineros prestados que no van a poder pagar. Eso implica que tendrían que haber mentido y que tendrán que seguir haciéndolo.
Es fácil meterse en estos problemas debido, principalmente, a la dificultad que experimentamos de creer en las promesa del Señor cuando bien ha dicho infinidad de veces que nos cuida como a la niña de sus ojos.
Luego está, el que por orgullo no se pide ayuda a parientes, amigos y conocidos pero también el que dichos parientes, amigos y conocidos, sabiendo o sospechando que la estás pasando mal no dan el paso necesario para donarse debido a sus prejuicios que son del tipo: - “Como es posible que alguien en su posición no haya sabido administrar bien su dinero?”. Cosas así que nos impiden seguir a Cristo en su ejemplo de donación total.
He estado en ambas posiciones: entre los que han dado ayuda y entre los que la requieren. Entre los que dudan de las promesas del Señor y entre los que confían en ellas por lo que tengo claro que el orgullo en tiempo de crisis para quien requiera auxilio de su prójimo es algo difícil no solo de detectar sino de aprender a desechar sin contemplaciones.
No así la dignidad. Esa debe salir incólume. Preservarla a toda costa. Eso sí, una dignidad bien comprendida.
Los prejuicios en tiempo de crisis, por otro lado, son también algo tremendamente difícil de hacer desaparecer ya que muchas veces construimos criterio a base de ellos por lo que la caridad y el tratar a otros con dignidad se nos hacen cuesta arriba.
Uno quisiera que el mundo fuera perfecto y eso es solo porque en nosotros Dios ha puesto debilidad por Su persona; sin embargo, el mundo no es perfecto y cada día más entra en las profundidades de una crisis que algunos pronostican terminará en desastre.
Mientras, estamos en el medio de oscuridades que se disfrazan de luz y a tientas seguimos por ese camino cuando lo que tendríamos que hacer, de haber elegido la luz de la fe, es haber comprendido que todo esto sirve para mayor gloria de Dios y nuestra santificación.

Tengamos claro esto: el orgullo y los prejuicios son aspectos irracionales del ser humano por lo que siendo razonables con el sustento que da la fe podremos ayudar al prójimo y nosotros mismos sobrellevar más dignamente esta grave situación.

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