24 de noviembre de 2010

¡Ya deseáramos!

Peter Seewald perdió la fe a los 19 años, se lanzó al marxismo e incluso fundó un semanario de extrema izquierda. En 1993, cuando tenía 39 años y trabajaba para el «Süddeutsche Zeitung» recibió el encargo de entrevistar al cardenal Joseph Ratzinger. Comenzó a estudiar el personaje, lo entrevistó en Roma y aquel encuentro cambió su vida.
En 1996, una serie de largas conversaciones tranquilas dio lugar a «La sal de la tierra», un libro de gran éxito al que seguiría en el año 2000 «Dios y el mundo». La tercera aventura común, «Luz del Mundo» es el fruto de seis horas de conversación seis días consecutivos en Castelgandolfo el pasado mes de julio.
En el largo camino desde 1993, Seewald recobró la fe y se ha convertido en «entrevistador» oficial de Joseph Ratzinger. Es un individuo alto, de 55 años, que vive discretamente en la ciudad de Munich a un paso de la Marienplatz y no presume de su amistad con el Santo Padre.
Eso sí, al final de las entrevistas, Seewald le pidió grabar un saludo para sus hijos. El Papa accedió, y sus palabras están ahora en el contestador automático del teléfono de los niños.
Ignoro si conocían estos datos que hallé disponibles en Ecclesia Digital y, aunque de primer vistazo dan la impresión de ser insignificantes los he traido para señalar lo que para muchos será obvio, más me parece que para algunos otros no:

El Papa con Seewald ha estado conversando -al principio- con un hombre que a lo largo de su vida tuvo como único dios una ideología para -al final- haber conversado con un hombre convencido de lo razonable de la fe en Cristo.

Sospecho que, en lo acaecido en el interior del primer y último hombre, algo tuvo que haber incidido el impacto que suscitó en él la inamovible fe y confianza del Santo Padre, cierto?
Por lo mismo digo, ya deseáramos muchos haber recibido del Altísimo una fe y confianza de la calidad y magnitud de las del Santo Padre. 

¡Ya deseáramos!

Ya deseáramos y si no -al menos- deseáramos poseer el deseo de ese deseo, no creen?

Sospecho que, de ser así, a estas alturas habríamos ganado muchas almas para Cristo, muchísimas más de las que hemos de estar ganando con nuestras dudas y desconfianzas.

Notaron como no era trivial el asunto? Ya ven? Solo hacen falta ojos para ver y oídos para escuchar.

Pasen lindo día.

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