28 de noviembre de 2010

Es mi deseo, nada más...

He observado que, por lo regular, la vida -aún para personas de fe- parece más algo que sucede y no algo que nos acontece, pasamos por sobre personas, actividades o situaciones como si de una autopista se tratara y no, como lo que en verdad son: don de Dios.

Asumo que es porque soy como soy y vivo además en contacto con la naturaleza que no he tenido chance (ni me lo he dado) de alejarme tanto de mi humanidad como para haber perdido las destrezas que me sirven para leer en los acontecimientos la guía del Espíritu que es necesaria para estar en comunión con mis hermanos en Cristo.

Me refiero a que, por ejemplo, diversos sucesos de diferente índole tal como una reunión de amigos, la falta de dinero, la condición de salud de alguna persona o ser querido, la alegría de los chiquillos de la casa, quizá una lectura, frases sueltas que escucha uno por ahí, una noticia o sencillamente nuestro estado de ánimo, etc. nos indican en qué dirección dar el siguiente paso hacia la consecución de una mayor humanidad o lo que es lo mismo, de una nuestra mayor configuración a Cristo.

El Adviento no solo es tiempo de preparación sino de espera y de espera escatológica además, por lo mismo, seamos sabios y con atención leámosle a la vida lo que nos tiene que decir en este período tan hermoso que se me semeja a “una vida dentro de la vida” gracias a que nuestra Santa Madre la Iglesia se ha esmerado en la Liturgia.

Vamos a ver cuántos de nosotros a partir de hoy nos dispondremos a detectar como verdaderos hermanos de Cristo los sucesos que nos irán indicando los pasos a seguir durante esta jornada que antecede a la Navidad.

Y esto nada más para que la Navidad no sea el final de una autopista sino el acontecimiento de gloria que en realidad es.

Ese es mi deseo para ese tiempo, hacerles notar la vida, eso nada más…



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