12 de abril de 2011

De asombro en asombro

El Papa está por cumplir 84 años el 16 de este mes y caigo en la cuenta que es ¡apenas unos meses mayor que mi padre!

Habrá alguien que, teniendo o no un padre de 83 años, se pregunte de dónde y cómo saca la lucidez, la fuerza y su sentido del humor este anciano quien para colmo ha sido regalado con tremenda misión? 

Una mujer y católica que conozco se ve de un día para otro sin el dinero que esperaba garantizara su ancianidad.

Habrá alguien que, conociéndola y conociendo su situación, no se pregunte de dónde, cómo y por qué esta mujer, quien para colmo es una mujer mayor, soltera y enferma, no se tira del edificio más alto?
Y así como estos, miles y miles de casos de los que uno se entera, cada día, todos los días.

Habrá personas que no vean estas cosas y a quienes éstas no les digan nada?

Pues si, las hay y más de las que nos imaginamos.

Hay quienes, por ejemplo, no ven ni un ápice de sabiduría en la forma en que el Santo Padre conduce la Iglesia en diversos aspectos; también hay quienes, como ha dicho el mismo Santo Padre “sufren de amnesia y niegan las evidencias históricas de las raíces cristianas de Europa”. 

Los primeros son católicos, los segundos ateos lo cual me lleva a pensar que algo falta a los segundos o bien algo sobra a los primeros (o viceversa) pero los hechos son innegables: no consiguen liarse con la realidad de forma que ésta arroje razonabilidad a sus vidas por lo que viven de “desespero” en “desespero” o de “pugna” en “pugna” consigo mismos, contra la realidad toda.

Ayer decía el padre Guillermo Juan Morado “Al creer, el hombre accede al conocimiento del misterio de Dios, a la manifestación de la verdad de Dios que es, a la vez, la verdad más profunda acerca de sí mismo”.

Habrá alguien que creyendo y teniendo acceso al conocimiento del misterio de Dios, a la manifestación de la verdad de Dios que es y a la más profunda verdad acerca de sí mismo no vea o se rehúse a admitir que la fe ofrece un tipo de inteligencia de la realidad que otorga razonabilidad a la vida y -de paso- ese deleitoso vivir de asombro en asombro?

Pues no, alguien que haya transitado por ese camino no podría no ver o rehusarse a ver a menos de que se traicione a si mismo, se distraiga o desconfie.

En fin, allá quienes prefieran arremeter contra aquello que dicen “ver” y que -según ellos- no tiene más remedio que el ellos mismos pueden ofrecer; yo, porque veo lo que veo, prefiero vivir de asombro en asombro

(Por supuesto, siempre que no me traicione a mi misma, que no me distraiga ni desconfie).

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