“Esto es lo asombroso:
que ustedes no sepan de dónde es,
a pesar de que me ha abierto los ojos”.
Juan 9, 30
Verse de repente sin su ceguera no fue lo que al ciego de nacimiento le movió a creer sino lo que suscitó en su manera de pensar la provocación de los fariseos puesta en contraste con la mirada y los gestos que el Señor tuvo hacia su persona hasta el punto que le llevaron a responder: «Creo, Señor»
Ayer fui invitada a asistir a una celebración litúrgica que “me movió el piso” y no por su fidelidad a las rúbricas precisamente sino por su Belleza.
Si, ayer lo supe, una misa puede ser bella aún cuando no es todo lo que pienso debería ser, lo comprobé ayer mientras me debatía entre quedarme o salir corriendo de ese sitio, dichosamente me quedé abrazando la realidad con todo mi ser.
Esa misa fue para mi provocación en el sentido que me obligó a situar mi mirada en al Misterio y no en las formas las cuales pasaron a segundo plano y que se quedaron allí durante toda la celebración por Gracia de Dios y para mi ventura.
El momento culminante fue durante la elevación de las Sagradas Especies en el que pensé: “Señor, ¡cuán cierto es que estás entre nosotros! Cómo transmitir la certeza de que estás vivo y presente entre los hombres?
La respuesta vino a mí en la experiencia de la realidad y en la medida en que esa Eucaristía fue desafío que conmocionó mi manera de pensar.
He estado platicando en un página de facebook con ateos. Hace muchos años platicaba con ellos con mayor frecuencia pero lo dejé porque me había cansado y, debo ser honrada, no conseguí nunca que la forma en que ofrecía razones de mi esperanza moviera pero “ni un pelito” a ninguno, es decir, el fracaso de ese esfuerzo fue que, primero, pensaba que era “mi esfuerzo” y luego que por lo regular me imponía más no provocaba; sucedía así porque era más orgullosa que ahora y era orgullosa porque mi fe estaba fundamentada más en mis ideas sobre Dios y la Iglesia que en la certeza de la Presencia de Cristo en mi vida.
Desde que dejé de platicar con ateos a la fecha ha corrido mucha agua bajo el puente, he madurado en el aspecto humano y ahora además soy cielina, tengo dos años de estar ejercitándome en el Método de la Fe del carisma de nuestro movimiento y puedo decir que, al día de hoy, al menos he llegado a comprender de qué manera la realidad es provocación y, con ello, cómo es que un cristiano está llamado desde la certeza de la Presencia del Misterio en su vida, a ser provocación que conmocione. Me fue mostrado clarito, clarito en la Eucaristía de ayer en la tarde.
Ahora bien, hoy –como cada día- me he metido a Internet con estas ideas en la cabeza y me encuentro no más entrando dos textos que hablan de lo mismo:
El primero, una entrevista a Monseñor Fisichella sobre los desafíos de la Nueva Evangelización.
El segundo, un artículo de Monseñor Manuel Sánchez Monge sobre “Creer en tiempos de laicismo”, publicado por InfoCatólica el día de hoy.
Todo esto, que no es otra cosa más que la vida que acontece y a la que, como el ciego de nacimiento, ahora he conseguido por Gracia mirarla con otra mirada, es a lo que definitivamente he de llamar una “realidad provocativa” dentro de la cual es mi confianza recibiré también del Señor la Gracia para mostrar a quien me las pida razones de mi Esperanza.