Con esto de que nos hemos encontrado en facebook un número significativo de fieles que deseamos la misa según la forma extraordinaria del rito romano he llegado a reconocer la existencia de una también significativa cantidad de fieles que circulamos por las parroquias de la Gran Área Metropolitana, como dijo alguna vez la poetisa brasileña Adelia Prado: “buscando un lugar para rezar”.
Mientras que varios sacerdotes con los que he conversado y que cometen abusos en la liturgia -pese a los argumentos que se les presentan- persisten en sostener que la “creatividad en la Liturgia es catequesis necesaria y prioritaria” (¿perdón?), muchos fieles de manera individual nos hemos venido retirando de nuestras parroquias y constituido sin proponérnoslo en un grupo que -de manera silenciosa e imperceptible- deambula por diferentes templos, conventos y parroquias.
Somos los desparroquiados, nuestra existencia es un hecho innegable.
Somos fieles quienes, entre otras cosas, comprendemos de manera afín al Magisterio pero diferente a una gran parte de nuestros sacerdotes lo que significa e implica la “inculturación”, el significado de la “belleza”, Cristo en la Sagrada Liturgia como “fuente y culmen de la vida de la Iglesia”.
Somos fieles, que por el hecho de así reconocernos, no congeniamos con los aplausos en misa, ni con las señoras y monaguillos bailando a ritmo de merengue; fieles a quienes nos han hecho levantarnos con micrófono en mano cuando nos hemos puesto de rodillas para recibir la comunión; fieles que comprendemos que un altar no se remueve para ofrecer una obra teatral, personas que conocemos las razones por las cuales una la homilía debe prepararse y que la misma no está al servicio del temperamento del sacerdote; somos fieles que viajamos de un extremo al otro de la Gran Área Metropolitana para poder asistir a una misa donde finalmente podamos encontramos con Dios.
Somos fieles y nuestra fidelidad es también un hecho innegable.
Fieles quienes, no sin nostalgia, mantenemos frescos en nuestra memoria los bonitos años en que fuimos parroquianos entre vecinos, amigos, parientes y conocidos con los que compartíamos la misa y muchísimo más; porque, han de saberlo, los desparroquiados hemos sido por largo tiempo miembros de grupos apostólicos, catequistas, ministros extraordinarios de la comunión, personas también con formación pastoral y teológica.
Fieles, no “inadaptados”, como suelen calificarnos; no, de ninguna manera, nos hemos desparroquiado muy a pesar nuestro.
Nos ha empujado a ello la impotencia no solo ante el hecho de que nuestras razones nunca son atendidas sino también la impotencia que provoca el que a grandes pasos nuestras parroquias van dejando de ser católicas por causa de párrocos que por ignorancia o desidia, se mantienen al margen de la enseñanza del Magisterio y de la voluntad de Roma.
Sepan los párrocos de nuestra existencia y que por tanto tendría ésta que ser considerada en sus planes pastorales.
Qué llegará a ser de nosotros si no lo hacen? No lo se, lo que a ciencia cierta sabemos es que nos reconocemos “fieles” y que nuestra existencia –sin duda- es tomada en cuenta dentro del Plan Pastoral de la Providencia Divina.