Tiempo atrás había comprado un librito de don Giussani titulado “Para vivir la Liturgia: un testimonio” el cual es la recopilación de sus apuntes sobre el tema y que, según señalan los editores, fueron escritos entre 1962 y 1973, un período importantísimo para la Liturgia.
Recientemente me he involucrado nuevamente en estas cuestiones por lo que recordé que lo tenía y por lo mismo he vuelto a leerlo. He debido detenerme en muchísimas cosas en las que no había reparado.
En el prólogo inicia don Giuss estableciendo que es nuestra pertenencia al Cuerpo de Cristo en su insondable Misterio lo que nos une y configura en “la humanidad que ha adquirido conciencia de la adoración a Dios como significado supremo suyo, y del trabajo como acto de gloria a Dios”.
Afirma que la vivencia de la liturgia, es el camino de la “conversión del corazón” y por ende camino en el cual se configura nuestra moralidad la cual, apunta don Giuss, está definida por dos grandes factores.
Como primer factor señala “la escucha” y en este sentido describe a la liturgia como “el libro de los pobres de espíritu, de los que no inventan palabras” lo que claramente implica obediencia.
El segundo factor lo ha llamado “la implicación total en la Gracia del Misterio”, por un lado en cuanto “la liturgia se apoya en el quicio de los sacramentos” y, por otro, en cuanto que esclarece su sentido.
Ahora bien, lo definitivo para mi es lo que menciona sobre que “si no metemos todo dentro de [la] gracia”, es “como si hipostasiáramos a un Cristo situado delante de un mundo que tuviera sus derechos frente a él”.
Por lo mismo, es necesaria para la vivencia del Misterio de Cristo la pobreza de espíritu la cual don Giuss menciona como el advenimiento del “volverse el corazón hacia la dirección exacta” o, en otras palabras, el advenimiento de una moralidad cristiana que es “la que engendra la unidad de la persona” y de la que “fuera de ella”, añade, “estamos divididos”.
El prologo de este librito de apariencia insignificante me ha servido para comprender cuál es el error en los argumentos que me han expuesto algunos sacerdotes con los que he discutido sobre abusos que cometen en la liturgia.
Su error consiste en que en su afán de conducir las almas a Cristo le han despojado del Misterio por lo que Cristo en la liturgia para ellos ya no es “fuente y culmen de la vida de la Iglesia” (SC) sino los derechos que se atribuyen ante El.
La “conversión del corazón tiene un solo cauce” es la liturgia; un cauce “por el cual, en la medida en que vivamos” el Misterio hará brotar “el alba del nuevo mundo; es decir, [el comienzo] de Su venida”