13 de mayo de 2011

El valor de la Instrucción Universae Ecclesiae

En cada lugar del mundo donde fieles en adhesión al Papa y al Magisterio de la Iglesia han solicitado la celebración de la misa según la forma extraordinaria han de haber encontrado y superado (o no) múltiples y no pequeños obstáculos para ver atendida su solicitud.

Nuestro caso en Costa Rica no es diferente, desde hace poco más de dos años hemos venido infructuosamente tratando de hablar del tema pero hemos hallado tan fieros oponentes que las circunstancias sencillamente nos forzaron a esperar.

Así es, esperamos y apareció un sacerdote que nos ha prometido su parroquia para cuando regrese de sus estudios en Roma, esperamos y apareció una congregación de religiosos que la celebra en la provincia, esperamos y hemos hallado a dos sacerdotes que desean, uno celebrar la misa con la que creció y otro, celebrar una misa que no conoció pero a la que reconoce su infinito valor. 

Finalmente, esperamos la Instrucción Universae Ecclesiae y finalmente la tenemos en nuestras manos y además en un día maravilloso como es el día de Nuestra Señora de Fátima.

Para que tengan idea de la dimensión de los obstáculos que hemos debido enfrentar menciono nada más lo expresado por uno de los cuatro sacerdotes que hemos contactado, dijo así: “Conociendo desde dentro la mentalidad de gran parte del clero costarricense cuando salió el Motu Propio me dije que era una lástima porque jamás vería el día en que una misa según la forma extraordinaria se celebrara en nuestro país”

Pues bien, ese día llegará y llegará porque el sacerdote que desde Roma me anunció personalmente su decisión lo hará posible junto a tres de sus hermanos (y Dios quiera lleguen a ser más) que han comprendido no solo el valor sino la magnitud de la importancia de la celebración de esta misa y, además, que sea celebrada libre de objeciones.

Llegará ese día porque, además, han habido autoridades en Roma que han prestado oído atento a los fieles y tenemos a un Pontífice que se ha empeñado en esclarecer el tema y abrir el camino para la recuperación de esta profundamente valiosa tradición de la Iglesia.

Específicamente para nosotros es un empujón ("espaldarazo” dirían ustedes) en el sentido de que somos fieles de diferentes diócesis y no somos muchos aún, quizá alcanzaremos a ser unos fluctuantes doscientos; lo es también porque el templo donde esperamos celebrarla la primera vez en la Gran Area Metropolitana no es parroquia bajo la autoridad de estos sacerdotes pero también es el empujón que necesitaban algunos otros sacerdotes que nos han manifestado considerarse no capacitados para celebrarla por lo que ahora podrán pedir con toda libertad a sus Obispos que les provean la ayuda necesaria; lo será también y, esto es muy importante, porque hemos conocido a muchos laicos y a varios sacerdotes que nos demostraron que no se sentían en libertad de manifestarse al respecto.

En todo sentido la Instrucción Universae Ecclesiae posee un inconmensurable valor para la vida de la Iglesia universal.

¡Deo omnis gloria!

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