25 de agosto de 2011

¿En qué se le habrán ido sus días a nuestro Señor Jesucristo?

Sentados esta mañana en una cafetería en una soleada mañana de invierno y mientras el sacerdote amigo nuestro funcionario de Ecclesia Dei hablaba de sus experiencias, de su vocación, de su trabajo, lo escuchaba en silencio y de pronto surgió en mí la pregunta: ¿Por qué diantre deseo la misa antigua? Nunca he participado en ella y conozco tan, pero tan poco del rito que me avergüenza por lo que me veo obligada a tratar de explicarme por qué. Si, por qué deseo la misa antigua?

La respuesta la tenía ante mis narices en la persona del sacerdote que delante de mi se engullía un tremendo gallo pinto con jamón y “ueos…” (no habla español)

Por qué en él? Fue algo que dijo? Bien, si y no. No fue solo lo que dijo, que de por si fue muy útil, valioso e interesante sino lo dicho y cómo esto combina perfectamente con la forma en que vive su vocación. 

La clave se encuentra en algo que mencionó: “la misa antigua definió mi sacerdocio”, tras lo que pensé: “pues, si un rito hace eso con la vocación de un consagrado pues bien merece poner atención a ese consagrado para entender el contenido del rito, no?

A qué me refiero? El padre X (así lo llamaremos) el viernes pasado concluyó un doctorado (todos los que tengan uno, dos o tres doctorados pueden imaginar lo que significa) tomó un vuelo con escalas en clase económica desde el primer mundo para venir al tercer mundo a invertir los cinco días libres que tiene antes de regresar a su escritorio en Roma con una pareja amiga suya pero también con un grupo que le ha pedido celebrar la misa que regularmente celebra y además accedido a realizar con ellos una serie de actividades.
Solo alguien que ha llegado hasta lo profundo del significado de “sacrificio” hace eso con sus vacaciones. 

Me doy perfecta cuenta que el padre X no es el único sacerdote que ha llegado a expresar hasta el fondo con su vida el término “sacrificio”, pero ¡mare mía! qué bien lo representa y, además -y como si fuera poco- con cortesía, caridad, paciencia y alegría.

Pues bien, observando cómo vive este consagrado que diariamente celebra el rito latino en su forma extraordinaria encontré la respuesta del por qué estoy metida en este berenjenal. Estoy metida porque su vida me habla tanto de que el santo sacrificio de la misa como el santo sacrificio de la propia vida la única forma en que vale la pena ser vividos es en donación total. 

Y es que, en lo que dice y hace el padre X, no solo he visto en qué se le habrán ido sus días a nuestro Señor Jesucristo, sino en qué se le va a el su propia vida. En qué quiero que se vaya la mía.

Puedo expresar mi deseo de la misa de otra forma y no es que me esté poniendo filo-lefebvrista por lo que, por favor, no se me mal entienda, pero si a mi un cura me da a escoger entre ofrecerme su vida como me la ha ofrecido Cristo u ofrecérmela como me la ofrece “uno de mis cuates”, “perdonen pero disculpenmen”*, me quedo con lo primero. 

Y -que conste- el Novus Ordo, podrá ser celebrado con toda pompa como “agape” pero un cura que lo entiende y lo vive además como “sacrificio” -a la legua- se le notará siempre.


* es una expresión de gente sencilla de mi pueblo

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