13 de agosto de 2011

A misa con niños III

Ritual familiar de preparación para la misa
 
Me ha escrito de Paraguay un lector afirmando que tanto a él como a su esposa así como para un grupo de matrimonios amigos suyos les ha sido de utilidad esta serie por lo que la continuaré.

Decíamos en la parte II que es fundamental el que el padre y la madre se hagan algunas preguntas y las respondan hasta que consigan ponerse de acuerdo porque de esas respuestas surgirá la estrategia con la que darán progresivamente fin a la odisea que significa asistir a misa con niños.

Ofrecíamos un ejemplo. Los padres debían responderse la pregunta: “Por qué o para qué vamos a misa juntos?” y si la respuesta fuera del tipo: “Porque la necesitamos” eso les ayudaría a plantearse un programa a largo plazo para conseguir satisfacer su necesidad de ir a misa juntos.

Pues bien, este programita con objetivos bien claros no tendrá que significar una carga para la familia por lo que es muy importante que cualquier acción que tomen sea introducida delicada y progresivamente en el itinerario familiar por lo que a los niños se les anunciará con antelación y se les explicará hasta que no existan dudas sobre cada pequeño cambio en la rutina de ir a misa que papá y mamá vayan introduciendo.
Por ejemplo, si ellos deciden que deberán asistir a misa y sentarse en bancas separadas, deberán de explicar el por qué y el para qué. Lo mismo que si cambian el horario de asistencia a misa o si modifican el ritual familiar de preparación en casa para la misa.

En cuanto al ritual se me ocurren varias ideas. Por ejemplo, días antes del domingo les anunciarán a los niños que la próxima vez que sea día de ir a misa papá pondrá una música suavecita (clásica, por supuesto, Mozart, lo más recomendable) para anunciarles que es día de ir a misa 

Así que en cuanto escuchen una música como la que papá y mamá anunciaron sabrán que ese día las cosas las harán de forma diferente. Noten que están creando expectativas en los niños que deberán tener la gracia de satisfacer. 

De tal forma que introducidos en el nuevo ritual nadie hablará más fuerte que la música, ni se moverá ni comerá más rápido; nos vestiremos con colores que reflejen la melodía de la música y si la música nos sugiere alegría, sonreiremos y si nos sugiere tristeza jugaremos de poner cara triste. Incluso, podría ser que la música ese día sugiera crear una historia en familia o leer juntos un libro en el sofá antes de subirse al auto o echarse a caminar al templo. Deben considerar ideas también para mantener la calma y el interés durante el trayecto.

Todo esto con la idea de que se vean envueltos en un ambiente que propicie un cambio en actitud ante la misa y ante la “gran necesidad que tienen papá y mamá de ella” y ante la cual serán los padres quienes pongan el ejemplo con su conducta.

Claro, nada de esto servirá de nada si los llevan a una misa donde el ambiente no contribuye a que mantengan la atención y la calma, por lo que si en lugar de llevarlos a la misa de la 10am deben llevarlos a la de la noche o media tarde, tendrán que hacerlo. Esto en cuanto que he notado que los niños pequeños se comportan mucho mejor en misas donde hay organista y cantos litúrgicos propiamente dichos. Lo mismo en misas donde el sacerdote es un orador pausado cuyo tono de voz invita a la calma.

Muchísimas ideas estoy segura se les ocurrirán para crear este ritual familiar de preparación para la misa, séanle fieles y verán cambios a corto plazo.

Por último, noten que todas estas acciones apuntan a que estemos más presentes en la realidad a cada momento del día, presentes para nosotros mismos y para nuestros hijos.

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