23 de marzo de 2012

En el día de San José, con José, por San José

De lo que más me tiene entretenida a estas alturas de mi vida, por el desafío que representa, es estar atenta a todo lo que involucra el bienestar general de mi padre. Me resulta divertido también en cuanto que me hace gracia verme de la madre de mi padre dándole indicaciones como si fuera un niño o adolescente.

Frases como las siguientes se han vuelto usuales entre nosotros: “Papá, tomaste la medicina?. Sal a estirar las piernas un rato. Cómete todo. Recuerda traer el abrigo”.

A el, como buen hijo consentido de su madre, le encanta. Claro, no siempre, porque esta su nueva madre suya que soy, no le consiente mayor cosa. 

El domingo, es decir, ayer, tuve la idea de salir con el a almorzar a un restaurante que le encanta ubicado en otra provincia. 

Como es usual, estar listo para subir al auto le tomó un poco más de dos horas pero una vez acicalado, con sus chunches y medicinas, nos subimos al auto re-contentos de irnos a encontrar con el calor y la luz del sol que tanto extrañamos por este lado de la capital.

Todo estuvo muy bien hasta que su aparatito de amplificación de sonido (no ha habido forma de que acepte un audífono por lo que diseñó su propio sistema) empezó a darle problemas, lo cual le arruinó buena parte del trayecto ya que, a punta de darle golpecitos el aparato empezó a lanzar sonidos espeluznantes. No paro de reír al recordar el día maravilloso que estaba haciendo y a el, con la mirada sobre su artefacto, enfadado, tratando de repararlo.

Después de un buen rato le dije: - Papá, ese aparatito no solo te está quitando la paz sino evitando que te deleites con el paisaje. A lo cual, obviamente, respondió: - Este paisaje me lo se de memoria. (Viste que no necesita del aparato para escuchar?)

Le propuse, por novedad, pasar por el centro de la capital de esa provincia para ver si encontrábamos algún lugarcito nuevo y bonito para almorzar ya que, por lo regular, no come sino en uno o dos sitios que juzga confiables. El caso es que, aventurarse por esas tierras de Dios, no es lo suyo, más lo mío si y como yo era el conductor no tuvo más remedio que acceder al corto paseo.

Pero el pobre tuvo muy mala suerte ya que el tránsito estaba fatal y odia estar atascado. No entendíamos la razón por la que no circulaban los automóviles hasta que lentamente llegamos a un semáforo en donde descubrimos que había un Tope. Para salir de ese lugar, tuvimos que viajar rodeados de caballos, gente bailando a ritmo de música tropical que provenía de unos amplificadores espectaculares y atrás de una larga fila de autos hasta que hubo oportunidad de desviarnos para, más allá, dar de nuevo con el atascamiento.

El día se le arruinó. A este punto estaba que echaba humo y yo, tomándomelo con calma, ya que no estaba dispuesta a permitir que el gruñón me arruinará el día. 

Llegamos al restaurante y, por supuesto, no se quiso bajar. Dijo que no tenía hambre. Ahí estuvimos sentados en el auto un largo rato, primero en silencio, luego, el reclamándose en voz alta no haber traído los medicamentos precisos que lo sacan del mal humor y yo, haciendo uno que otro intento para ayudarle en su regreso a la cordura.

Finalmente accedió. Sencillamente dijo: - A ver. Bajémonos. Tengo que enfrentar esto de forma racional.
Hurra!. No más pensé. ¡Al fin lo logró!. (Viste que no necesitaba sus medicinas?)

Recordando esta mañana del lunes lo bien que la pasamos el resto de la tarde caigo en la cuenta que hoy es el día de su onomástico. 

Así que, miren cuanta coincidencia: el Día del Padre, papá se llama José, el Tope era por la celebración del día de San José y yo, con José, en el día de san José, en auto por San José, no paro de reír al recordarlo. 

Sobre todo al considerar que San José ha de haber estado todo ese tiempo echándonos una ayudita en eso de ser realista y en lo que tan buen entrenamiento tuvo. 

Feliz día a los José que me leerán. Dios los bendiga.
“San José gobernaba su familia ‘como aquel que sirve’. Él nos enseña que se puede amar sin poseer y nos desvela el secreto de vivir en presencia del misterio. En él no hay separación entre fe y acción, porque su fe orienta de forma decisiva sus acciones. Es un ‘hombre justo’ porque su existencia se ‘ajusta’ siempre a la palabra de Dios". Benedicto XVI, 18 de marzo, 2012

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