31 de marzo de 2012

Un día y otro también

No se si es por estar tan en contacto con la naturaleza como estoy desde que era niña pero es que para mi todo habla de Dios.

Miren nada más.

Esta mañana, mientras escribía una carta pidiendo perdón a un amigo al que ofendí; así inmersa en esos sentimientos y pensamientos e implorando el auxilio de la Gracia que me iluminara para mostrarle a esa persona Su rostro, esperaba el amanecer cuando apareció en facebook el apreciado padre Javier a quien algunas de estas mañanas de verano he regalado fotografías que tomo justo al salir el sol. En esta ocasión le dije: “Lo siento, padrecito, hoy no hay fotito. Está nublado". 

Minutos más tarde, habiendo terminado la carta a mi amigo, sintiéndome en paz y muy contenta, con un café en la mano regresé a la computadora y fue cuando noté que tras los nubarrones estaba aclarando.
Me asomé por la ventana y fue cuando espontáneamente dije: “Buenos días, Señor!” De seguido pensé: “Caray, es que para mi el Señor es como el sol, verdaderamente”. 

En relación a esto, deseo que observen con detenimiento la siguiente fotografía.


La tomé el día antes de ayer que amaneció sin una nube. Fue tal la limpidez del cielo que hasta los medios de comunicación informaron que las fumarolas del Volcán Turrialba habían conseguido verse desde muchos puntos geográficos. Fui afortunada al fotografiarlas. 

Observen dibujado en el firmamento los trazos de los rayos del sol que no tenían en su trayectoria como obstáculo la fumarola. 

Noten que bañan el firmamento; pero noten también que el pequeño obstáculo de la fumarola imprime sobre la amplitud del cielo su extensa sombra. 

No creo que haga falta decir más sobre cómo el pecado, por pequeño que sea, impide que el firmamento de nuestra vida sea iluminado completamente por la luz del Sol. 

Yo, viendo ese claro ejemplo, soy de los primeros que echo para su saco. 

Este ansiado pero fugitivo verano ha sido una temporada loca ya que, tras dos días de límpido cielo, suceden varios días y hasta semanas de pesados nubarrones y frío intenso. No hay cuerpo que aguante tan drásticos cambios de temperatura, pero esa es la realidad del clima a la que hemos venido dándole la cara.

Y no solo la realidad del clima, sino la de la Cuaresma y de nuestra propia vida ya que, a unos pocos días o momentos bajo el influjo generoso, benévolo y alegre de la Gracia que inmerecidamente recibimos, le suceden días o hasta semanas de gélidos vientos, nubarrones y tempestades producto de nuestro pecado a los que también hay que darles la cara. 

Todo tiene relación, como siempre digo, es para mi evidente, de ahí que mi alma, mi cuerpo, la naturaleza, el clima, mi relación con Dios y hasta el tiempo litúrgico me ofrezca la certeza de que toda esta realidad maravillosa habla de Dios. 

No se cómo surge, asumo que es una gracia, motivo por el cual hoy, como en tantas otras ocasiones, no me queda más remedio que tras haber pedido perdón a mi Amigo, me entregue en enmienda a la Gracia de su perdón.
 
Un día y otro también.

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