Ayer me llevé un gran disgusto. Bien, la verdad es que casi todos los días me llevo algún disgusto con esto de la Liturgia, pero el día de ayer fue espectacular.
Me llamó una persona con autoridad a quien estimo muchísimo y de quien valoro su amistad para reclamarme a gritos por teléfono que lo que hago está mal.
“Y, qué es lo que hago, según usted?” Le pregunté.
“Pues, no se”. Respondió.
“De acuerdo, se lo diré”
Lo que hago es serle fiel a Cristo en la Liturgia.
“Pues, no se”. Respondió.
“De acuerdo, se lo diré”
Lo que hago es serle fiel a Cristo en la Liturgia.
Aprendí lo que Sacrosanctum Concilium enseña y creo que lo aprendí bien: Cristo en la Liturgia es fuente y culmen de la vida de la Iglesia, por lo que, si la Iglesia es el Cuerpo de Cristo y de su Cuerpo -que se expresa en la Liturgia- como de una fuente recibo Vida, pues, ¡tonta de capirote sería si le fuera infiel!
Eso si, estos que reclaman no son solo curas, son laicos y los que son curas no son de los que llaman “modernistas” sino curas bastante normales, buenos y trabajadores, que cuidan de la liturgia, a los que la gente quiere muchísimo, pero nunca más que yo.
Tal cosa no la comprenden ni quieren saber de ello ya que una vez escuchan “misa de Pio X” se les para el pelo y se les nubla el entendimiento para cerrarse en banda a cualquier pregunta o argumento. ¡Qué drama! ¡El cielo nos ampare! ¡Traigan agua bendita!
Lo mismo pasa con muchos laicos de los que nunca leen el Magisterio y creen que si su párroco dice A es A y nunca se preguntan si están en lo correcto aunque vean a su párroco hacer todo lo contrario de lo que hace o dice el Papa, por ejemplo. Son los mismos que llaman “obediencia” a cumplir diligentemente con los abusos en la liturgia que les delega el párroco.
Claro, entre los que reclaman también están los del otro extremo, los que defienden a muerte que lo único que salva es la misa antigua. ¡Barbaridad de barbaridades! ¡Atrévete a contradecirme! La otra versión del drama. Igual, ¡agua bendita!
Pues bien, lo que hago siéndole fiel a Cristo en la Liturgia es adentrarme en esta jungla para hablarles señalándoles el horizonte. Lo hago con el mayor tacto y caridad posible, aún así, rara vez acierto. Por qué? Porque he llegado a comprender que la gran mayoría no está dispuesta a ver lo que tienen ante sus narices..
Y qué tienen?
Tienen la descomunal y urgentísima tarea de corregir los abusos en la liturgia que les señaló en su catequesis el Nuncio. La tienen no solo porque el Nuncio no debería estar “pintado” sino porque el Papa tampoco debería estarlo.
Tienen la tendencia a negar la realidad rehusándose a reconocer el hecho de que los abusos en la Liturgia han producido una no insignificante cantidad de jóvenes y adultos indignados, los primeros, tremendamente indignados y rebeldes; los segundos, si bien respetuosos y obedientes pero, igualmente indignados al ver lo que sucede (o lo que no sucede, será?)
De ahí que, cuando un joven (o adulto) se les aproxima con inquietudes sobre los abusos en la liturgia o la misa antigua y responden burlándose o descalificándolo, recurriendo en algunos casos a la violencia verbal y psicológica, están optando por ser poco razonables y dando, además, un pésimo testimonio.
De ahí que, cuando un joven (o adulto) se les aproxima con inquietudes sobre los abusos en la liturgia o la misa antigua y responden burlándose o descalificándolo, recurriendo en algunos casos a la violencia verbal y psicológica, están optando por ser poco razonables y dando, además, un pésimo testimonio.
Por lo mismo, esto prueba que -sin considerar la totalidad de los factores- sus juicios son errados, de cuyos entuertos y desatinos no los librará ni toda la pastoral del mundo.
A mi, por vieja y porque tengo aguante, podrán unos y otros “molerme a palos” todo lo que quieran, ya que después de las lágrimas de rabia y de frustración que verteré quedaré como nueva, pero a los jóvenes no podemos ni debemos hacerles eso. Tampoco a los adultos.
Así que, hermanos y apreciados curas, a quienes nadie en el mundo ama como yo, pongámonos vivos no vaya a ser que por “cerrarnos en banda a la realidad” nos estemos cerrando a la voluntad de Dios.
No son ustedes los que insisten en que nos abramos a Su voluntad pero, cómo conocerla, les pregunto, si no es abrazando la realidad, digo yo?
“Usted, no sabe lo que hago? Pues, esto. Esto, justamente, es lo que hago: serle fiel a Cristo en la Liturgia mostrándole que existe un mundo más allá de sus narices”.
“Usted, no sabe lo que hago? Pues, esto. Esto, justamente, es lo que hago: serle fiel a Cristo en la Liturgia mostrándole que existe un mundo más allá de sus narices”.