Pues nada, que el Santo Padre ha roto el protocolo y les ha dicho a los mexicanos que nunca, nunca había sido recibido con tanto entusiasmo. Faltaría más, Santo Padre!
Es de agradecer a los mexicanos la alegría, el cariño y la devoción que manifestaron a cada instante. No podrían haberlo hecho mejor. Enhorabuena y profunda gratitud reciban de mi parte.
Por otro lado, encantada con la Homilía para el Rezo de Vísperas dirigida a los Obispos del continente. Alegrísima estoy no solo porque de “A a Z”, destila un amor y cuidado entrañable por el episcopado sino porque les confirma que no están solos y que por sobre el mal, triunfará el bien. Ya quisiéramos todos tener por sobre nuestras cabezas un obispo que nos hablara de ese modo!.
Pero no todos lo tenemos y sabrá Dios por qué; más que eso no nos aflija, al contrario, nos anime ya que, también para los laicos, esa homilía significa confirmación en la Fe sino también en la Esperanza.
He elegido de ella un fragmento el cual considero es la “haladita de orejas” que necesitábamos. Dice así:
(el texto entre paréntesis y negritas es mío)
Queridos hermanos en el Episcopado, en el horizonte pastoral y evangelizador que se abre ante nosotros, es de capital relevancia cuidar con gran esmero de los seminaristas, animándolos a que no se precien «de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado» (1 Co 2,2).
(Cuidar de los seminaristas no es poca cosa. Las más de las veces, los pobres, ni plata tienen para comprar jabón de baño o desodorante, pero bien, ya sabemos que si nos piden ayuda con todo gusto colaboramos; pero que nuestra ayuda no se quede en lo material, también hemos, como los Obispos, prestar atención a lo importante, como sería su vida espiritual y afectiva, más allá de su rendimiento académico y destrezas sociales)
No menos fundamental es la cercanía a los presbíteros, a los que nunca debe faltar la comprensión y el aliento de su Obispo y, si fuera necesario, también su paterna admonición sobre actitudes improcedentes. Son sus primeros colaboradores en la comunión sacramental del sacerdocio, a los que han de mostrar una constante y privilegiada cercanía.
(Nunca, jamás, ni un solo presbítero tendría que sentirse solo, marginado, descalificado y bien se que existen varios en mi país. Eso no está bien y que conste, no lo he dicho yo, sino el Papa. Querríamos ver a esos treinta sacerdotes con parroquia, sabiéndose amados, queridos, útiles y necesarios. Eso querríamos.
Presten atención nuestros amados Obispos a estos “detalles” ya que no nos pasan desapercibidos tal como no estamos ciegos ante el hecho de que muy difícilmente se corrige a sacerdotes que “se salen del canasto”. Porque de haberlos hay y no que provocan poco escándalo)
Igualmente cabe decir de las diversas formas de vida consagrada, cuyos carismas han de ser valorados con gratitud y acompañados con responsabilidad y respeto al don recibido.
(De las congregaciones religiosas, ni hablar. Las que conozco, fidelísimas a sus carismas y valientísimas gestionando lo necesario para su bienestar, pero igual, el que sean fuertes e independientes no significa que no necesitan de la compañía y guía de su pastor. Bien que la necesitan!)
Y una atención cada vez más especial se debe a los laicos más comprometidos en la catequesis, la animación litúrgica, la acción caritativa y el compromiso social. Su formación en la fe es crucial para hacer presente y fecundo el evangelio en la sociedad de hoy. Y no es justo que se sientan tratados como quienes apenas cuentan en la Iglesia, no obstante la ilusión que ponen en trabajar en ella según su propia vocación, y el gran sacrificio que a veces les supone esta dedicación.
(Creo que si el Santo Padre dedicó en esta homilía más de tres renglones a la atención que necesitamos los laicos es por una buena razón.
En relación a esto, por ejemplo, se que en mi tierra, cuando algo importante no se ve resuelto en la Curia los laicos recurren al Nuncio quien, presto, responde y resuelve. No me he visto todavía en la necesidad de hacerlo pero me consta de varias personas a quienes en la Nunciatura les ayudaron rápidamente en sus gestiones.
También es importante que nuestros pastores conozcan nuestros nombres y historias y que eviten, a toda costa, formarse una idea sobre nosotros por boca de otras personas.
Cuidar mucho de que, a quienes coloquen como colaboradores, sean funcionarios que amen entrañablemente a las personas, muy por encima de su proyecto personal dentro de la Curia.
Y, de la formación en la fe, ni hablar. Urge que las autoridades den crédito a la una urgente y efectiva formación de los laicos y que programas como el FAP (Formación de Agentes de Pastoral de la U Católica), así como los profesores, reciban el apoyo que merecen.
En ese sentido, cómo es posible que la Arquidiócesis convoque a un curso sobre Eucaristía un viernes a las nueve de la mañana? Y bien que se los dijimos en su página de facebook, pero nada más respondieron que si se llenaba el cupo a esa hora abrirían otro en sábado. Qué clase de respuesta es esa?.
En fin, que mucho hemos de colaborar con nuestros Obispos para sacar la tarea encomendada)
En todo esto, es particularmente importante para los Pastores que reine un espíritu de comunión entre sacerdotes, religiosos y laicos, evitando divisiones estériles, críticas y recelos nocivos.
(La comunión es posible, doy fe de ella; siempre y cuando nos topemos los laicos o sacerdotes con autoridades que comprendan de qué va la cosa; pero, sobre todo, aprender a dialogar y tener en cuenta que el diálogo implica antes que nada, escuchar)
Sea el Señor generoso y nos conceda por intercesión de María Santísima un corazón dispuesto a las palabras del Santo Padre pero, por encima de eso y, como el suyo, un amor entrañable por las personas.