He leído la noticia sobre el Cardenal Schönborn y tal parece que lo
que propone resulta novedoso y que, por lo mismo, ha provocado en unos
regocijo y en otros estupor.
Admito que no tengo clara la organización de las iglesias locales en
Europa pero tomando en cuenta las reacciones deseo, corriéndome el
riesgo de estar hablando sobre el descubrimiento del agua tibia, exponer
lo que a mi entender ha propuesto el Cardenal lo cual es, nada más y
nada menos, el sistema adoptado por la Conferencia Episcopal de mi país,
esto es: el de configurar en lo pastoral/administrativo lo que se llama
un “Centro Parroquial” del cual depende un número de filiales en las
que el laicado comprometido toma un papel determinante.
De ello puedo hablar con cierto nivel de propiedad ya que, mientras
que cursaba “Pastoral” en la UCatólica bajo la guía del padre José
Antonio Fernández de Quevedo (dominico y egresado de la Universidad de
Navarra) varios acontecimientos tuvieron lugar como fue el cambio de
párroco durante el segundo aniversario del establecimiento de nuestra
parroquia y la necesidad del análisis socio-económico y pastoral que
solicita el Arzobispo (el cual realizó escrupulosamente esta servidora
bajo la guía del padre de Quevedo) para poder realizar cabalmente su
“Visita Pastoral”.
Pues bien, bajo estas circunstancias es que llegué a conocer el
funcionamiento de esta estructura bajo la cual se rige nuestra iglesia
local.
Dicha estructura tiene forma piramidal. Su cabeza es el Arzobispo
quien no necesariamente es el Presidente de la Conferencia Episcopal.
Siguiendo el orden que la autoridad delegada le imprime vienen a
continuación los presbíteros quienes enviados a sus parroquias tienen
bajo su cuidado un “Centro Parroquial” con sus filiales. La cantidad de
las filiales puede variar según la diócesis, la geografía y otras
variables.
En cada Centro Parroquial el sacerdote está obligado a realizar un
análisis de la situación económico-social y pastoral con la finalidad de
adquirir mejor criterio para convocar a las fuerzas vivas, apostolados,
ministerios, movimientos y laicado en general a colaborar con él en la
construcción de la parroquia. De la supervisión de su trabajo se encarga
el Arzobispo y sus Vicarios Episcopales.
Una vez realizado dicho análisis y convocada la comunidad se
establece un plazo para que juntos realicen y echen a andar un “Plan
Pastoral”. Quien llevará la batuta será siempre el presbítero.
El Plan Pastoral incluye la conformación de dos entes: el Consejo
Pastoral y el Consejo Económico que tienen (o deberían tener) muy bien
definidas sus funciones. Trabajan (o deberían) trabajar uno al lado del
otro y atender las directrices pastorales (teológico-doctrinales) que el
presbítero, como insuperable conocedor del tema, desea imprimir a la
parroquia.
Al Consejo Pastoral son convocados representantes de los grupos
apostólicos, ministerios y movimientos y al Consejo Económico aquellos
laicos con destrezas y conocimiento en lo administrativo.
En el “Centro Parroquial” se realizan las más importantes
celebraciones litúrgicas así como todos los sacramentos, por otro lado,
en cada filial se ofrece misa semanal y algunos sacramentos con
excepciones. Cada filial posee tanto en lo pastoral como en lo
administrativo lineamientos particulares que responden a los objetivos
del Plan Pastoral parroquial.
Esta estructura, para quien bien la comprenda, será un instrumento
utilísimo pero en manos de personas sin una buena formación (laicos y/o
sacerdotes) puede ser un verdadero estorbo para el fortalecimiento de la
vida de fe de los parroquianos ya que algunos llegan a considerar que
“trabajar” para los hombres es trabajar para Dios, lo cual no es cierto.
Dejando a un lado mis comentarios, deseo que presten atención a lo
que he dicho para que, si desconocían esta forma de organización
eclesial, la comparen tanto con lo mencionado por el Cardenal Schönborn
como por quienes en su regocijo se vislumbran como laicos con gran
liderazgo en sus parroquias.
Que nadie se equivoque: la cabeza es el Arzobispo quien delega en el
presbítero parte de la autoridad que le fue conferida por el Vicario de
Cristo. El párroco a la vez delega tan solo una fracción de la misma y
únicamente en el aspecto administrativo a los laicos que voluntariamente
se ofrecen a colaborar tanto en el Consejo Pastoral como en el Consejo
Económico.
Todos, sin excepción, a quien finalmente rendirán cuentas será a Cristo en su Vicario.
NOTA: Estoy de acuerdo con Luis Fernando Pérez en cuanto a que la explicación que ofreció Mons. Schönborn debió ser muchísimo mejor cuidada en lo teológico y doctrinal sobre todo conociendo las peculiaridades de Monseñor así como los antecedentes y el contexto de su iglesia local.