24 de septiembre de 2012

He leído la noticia sobre el Cardenal Schönborn

He leído la noticia sobre el Cardenal Schönborn y tal parece que lo que propone resulta novedoso y que, por lo mismo, ha provocado en unos regocijo y en otros estupor. 

Admito que no tengo clara la organización de las iglesias locales en Europa pero tomando en cuenta las reacciones deseo, corriéndome el riesgo de estar hablando sobre el descubrimiento del agua tibia, exponer lo que a mi entender ha propuesto el Cardenal lo cual es, nada más y nada menos, el sistema adoptado por la Conferencia Episcopal de mi país, esto es: el de configurar en lo pastoral/administrativo lo que se llama un “Centro Parroquial” del cual depende un número de filiales en las que el laicado comprometido toma un papel determinante. 

De ello puedo hablar con cierto nivel de propiedad ya que, mientras que cursaba “Pastoral” en la UCatólica bajo la guía del padre José Antonio Fernández de Quevedo (dominico y egresado de la Universidad de Navarra) varios acontecimientos tuvieron lugar como fue el cambio de párroco durante el segundo aniversario del establecimiento de nuestra parroquia y la necesidad del análisis socio-económico y pastoral que solicita el Arzobispo (el cual realizó escrupulosamente esta servidora bajo la guía del padre de Quevedo) para poder realizar cabalmente su “Visita Pastoral”.

Pues bien, bajo estas circunstancias es que llegué a conocer el funcionamiento de esta estructura bajo la cual se rige nuestra iglesia local. 

Dicha estructura tiene forma piramidal. Su cabeza es el Arzobispo quien no necesariamente es el Presidente de la Conferencia Episcopal. 

Siguiendo el orden que la autoridad delegada le imprime vienen a continuación los presbíteros quienes enviados a sus parroquias tienen bajo su cuidado un “Centro Parroquial” con sus filiales. La cantidad de las filiales puede variar según la diócesis, la geografía y otras variables. 

En cada Centro Parroquial el sacerdote está obligado a realizar un análisis de la situación económico-social y pastoral con la finalidad de adquirir mejor criterio para convocar a las fuerzas vivas, apostolados, ministerios, movimientos y laicado en general a colaborar con él en la construcción de la parroquia. De la supervisión de su trabajo se encarga el Arzobispo y sus Vicarios Episcopales.

Una vez realizado dicho análisis y convocada la comunidad se establece un plazo para que juntos realicen y echen a andar un “Plan Pastoral”. Quien llevará la batuta será siempre el presbítero.

El Plan Pastoral incluye la conformación de dos entes: el Consejo Pastoral y el Consejo Económico que tienen (o deberían tener) muy bien definidas sus funciones. Trabajan (o deberían) trabajar uno al lado del otro y atender las directrices pastorales (teológico-doctrinales) que el presbítero, como insuperable conocedor del tema, desea imprimir a la parroquia.

Al Consejo Pastoral son convocados representantes de los grupos apostólicos, ministerios y movimientos y al Consejo Económico aquellos laicos con destrezas y conocimiento en lo administrativo. 

En el “Centro Parroquial” se realizan las más importantes celebraciones litúrgicas así como todos los sacramentos, por otro lado, en cada filial se ofrece misa semanal y algunos sacramentos con excepciones. Cada filial posee tanto en lo pastoral como en lo administrativo lineamientos particulares que responden a los objetivos del Plan Pastoral parroquial.

Esta estructura, para quien bien la comprenda, será un instrumento utilísimo pero en manos de personas sin una buena formación (laicos y/o sacerdotes) puede ser un verdadero estorbo para el fortalecimiento de la vida de fe de los parroquianos ya que algunos llegan a considerar que “trabajar” para los hombres es trabajar para Dios, lo cual no es cierto. 

Dejando a un lado mis comentarios, deseo que presten atención a lo que he dicho para que, si desconocían esta forma de organización eclesial, la comparen tanto con lo mencionado por el Cardenal Schönborn como por quienes en su regocijo se vislumbran como laicos con gran liderazgo en sus parroquias. 

Que nadie se equivoque: la cabeza es el Arzobispo quien delega en el presbítero parte de la autoridad que le fue conferida por el Vicario de Cristo. El párroco a la vez delega tan solo una fracción de la misma y únicamente en el aspecto administrativo a los laicos que voluntariamente se ofrecen a colaborar tanto en el Consejo Pastoral como en el Consejo Económico. 

Todos, sin excepción, a quien finalmente rendirán cuentas será a Cristo en su Vicario.


NOTA: Estoy de acuerdo con Luis Fernando Pérez en cuanto a que la explicación que ofreció Mons. Schönborn debió ser muchísimo mejor cuidada en lo teológico y doctrinal sobre todo conociendo las peculiaridades de Monseñor así como los antecedentes y el contexto de su iglesia local.

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