10 de septiembre de 2012

¡Menos mal que está!

“De la Encarnación, desde el momento en el cual el Verbo se hizo carne, está cancelada la insalvable distancia entre finito e infinito: el Dios eterno e infinito ha dejado su Cielo y ha entrado en el tiempo, se ha sumergido en la finitud humana. Ahora nada es banal o insignificante en el camino de la vida y del mundo”.
Benedicto XVI en su mensaje al Meeting en Rimini, Italia, 2012

“He aquí, yo estoy á la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré á él, y cenaré con él, y él conmigo.” Apocalipsis 3, 20

En estos días se ha celebrado del Meeting en Rímini, al que han puesto el lema “Por naturaleza somos relación con el infinito”.

Italia está llena de belleza. Doquier se lanza la mirada hay belleza. Italia, para mí, es un poco como vivir delante de una vista espectacular contrario a lo que sería vivir en una cueva. Italia, es por naturaleza relación con el infinito, por lo que comprendo que de allí proceda tanta belleza como la que ha regalado al mundo en sus habitantes, en su historia, en su arquitectura, su arte, su música, etc.

Tampoco es para mí de extrañar que haya dado grandes santos pero también a don Giussani así como que, Comunión y Liberación, haya concebido el Meeting y que éste aglomere y ofrezca belleza. En este sentido, por naturaleza el movimiento Comunión y Liberación, es relación con el infinito.

A veces, dentro de sus manías, comprendo a mi padre. El desea impregnarle belleza a todo lo que hace: desde cambiarse el pijama hasta lavarse los dientes, desde pedir un café hasta dar las gracias. Solo hay que prestar atención a la forma en que elige y lleva su indumentaria para saberlo. Papá, en ese sentido, ha sabido dar respuesta a su naturaleza en relación con el infinito.

Sin embargo, tanto Italia, como Comunión y Liberación, papá o cualquiera de nosotros podríamos rechazar nuestra naturaleza en relación con el infinito. Eso es el pecado o, en todo caso, nuestra falta de racionalidad; por ejemplo, cuando papá elije convertir la rutina de ponerse el pijama en una pesadilla solo porque no puede desabotonarse la camisa o cuando yo, que estoy a su lado, elijo enfadarme antes que ver lo suyo como oportunidad para vivir a la “altura de mi deseo” de belleza o, lo que es lo mismo, de mi sed de infinito.
Es fácil escuchar al Señor cuando toca a la puerta a través de la belleza pero es mucho más difícil escucharle bajo circunstancias que no la poseen. Dificilísimo escucharle en el dolor, en el sufrimiento, en la desesperación, en el temor, ante la muerte. Muy difícil.

No obstante, bien lo dijo el Papa en su carta al Meeting “No solo mi alma, sino cada fibra de mi carne está hecha para encontrar su paz, su realización en Dios. Y esta tensión es imborrable en el corazón del hombre: también cuando se rechaza o se niega a Dios, no desaparece la sed de infinito que habita el hombre”.

“La carta de Benedicto XVI [al Meeting] le permite a cada uno vivir cualquier circunstancia como la ocasión para esta apertura [al infinito]. Uno puede encerrarse en lo que hace, o puede estar allí con esta conciencia abierta hacia lo infinito. En cada particular, cada uno de nosotros está llamado a esta apertura [ ] Puedes vivir esta llamada como un problema del que defenderte, o puedes percibirla como la ocasión para tu cumplimiento, y entonces piensas: [Jesús está a la puerta] « ¡Menos mal que está!»”.
Julián Carrón durante el Meeting, Rimini, 2012

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