10 de septiembre de 2012

Ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre

Una estimada lectora me hizo ver que el título que había elegido para el post que el miércoles decidí retirar casi inmediatamente era un tanto inadecuado por lo que me di a la tarea, durante la tarde a traducir, para salir de dudas y echar luz sobre el tema, la entrevista al Cardenal Brandmüller hablando sobre el Concilio Vaticano II la que, según el enfoque que le han dado diversos blogs y diarios digitales, ha resultado -a mi juicio- innecesariamente controversial.

Miren nada más: un blog la tituló “Brandmüller, la Misa de Pablo VI no es la Misa del Concilio”, mientras que un periódico digital la tituló “Los altares cara al pueblo y la eliminación del latín no son frutos del Concilio”. El Vatican Insider, sencillamente, le colocó el título “Vaticano II: Seamos pacientes, cincuenta años no es nada!” 

Yo, como no pienso quedarme atrás, le pondré como título: “Ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre” ; y esto, no más, para matizar con un toque de humor los enredos y vericuetos en que nos metemos por elaborar juicios guiados únicamente por los titulares.

Coloco de seguido mi traducción para que los estimados lectores contrasten los distintos énfasis que desearon darle los blogeros y periodistas a una simple y llana entrevista pero, sobre todo, para que conozcan el contenido del documento y consigan elaborar sobre el mismo un juicio veraz.


 



 Vatican Insider, a través de Guido Horst, entrevistó al Cardenal Walter Brandmüller, historiador de la Iglesia y consultor del Concilio Vaticano II en su Jubileo de Oro.

El Concilio Vaticano II fue un Concilio Pastoral el que a la vez proveyó de explicaciones dogmaticas. Ha habido antes jamás algo semejante en la historia de la Iglesia?

Es un hecho que el Concilio Vaticano II marcó el inicio de un nuevo tipo de Concilio. El lenguaje utilizado y lo completo de los textos muestra que los padres conciliares estuvieron no tanto motivamos por la necesidad de pasar a juicio controversiales temas eclesiásticos y teológicos sino movidos por el deseo de llamar la atención, bajo el espíritu de la anunciación, de la opinión pública y del mundo entero hacia la Iglesia.

Debería, cincuenta años después, declararse el Concilio un fracaso al no haber sido calurosamente acogido por los fieles? Benedicto XVI advirtió sobre malinterpretaciones del Concilio, particularmente en términos de la hermenéutica de la ruptura…

Esta es una de esas preguntas cliché derivadas de un sentimentalismo existencial; sentimiento de confusión típico de nuestros días. Pero, qué son cincuenta años, después de todo? Remitámonos al Concilio de Nicea en el 325. Las disputas que rodearon este Concilio dogmático –que trató acerca de la naturaleza del Hijo, sobre si es o no de la misma naturaleza que el Padre- se prolongó por más de cien años. San Ambrosio, habiendo sido ordenado Obispo de Milán en ocasión del cincuenta aniversario del Concilio de Nicea libró una dura batalla contra los arrianos quienes rechazaban el aceptar lo provisto por Nicea. Poco después vino un nuevo Concilio: El Primer Concilio de Constantinopla en el 381 convocado por considerarse necesario para completar la profesión de fe de Nicea. Durante el mismo, a San Agustín le fue entregado el desafío de lidiar con las exigencias y reclamos de los herejes hasta su muerte en el 430. Francamente, incluso el Concilio de Trento no fue fructífero sino hasta el Jubileo de Oro de 1596. Fue necesario que toda una nueva generación de obispos y prelados maduraran en el “espíritu del Concilio” antes que sus efectos fueran notados. Es necesario que nos concedamos mayor espacio para respirar.

Hablemos ahora acerca de frutos del Concilio Vaticano II. Podría comentar al respecto?
Primero que todo el “Catecismo de la Iglesia Católica” en comparación con el Catecismo Tridentino: después del Concilio de Trento, el Catecismo Romano fue puesto en marcha con el propósito de proveer a los párrocos, predicadores, etc. con una guía para la predicación y el anuncio del Evangelio.

Incluso, el Código de Derecho Canónico en 1983, puede ser considerado consecuencia del Concilio. He de enfatizar que la forma de la liturgia post-conciliar con todas sus distorsiones, no es atribuible al Concilio o a la Constitución sobre la Sagrada y Divina Liturgia, la cual –dicho sea de paso- hasta nuestros días no ha sido realmente implementada. La indiscriminada remoción del latín y de los cantos gregorianos de las celebraciones litúrgicas y la erección de los altares versus populo son en absoluto acciones prescritas por el Concilio
.
Con el beneficio de la mirada en retrospectiva, remitámonos particularmente hacia la carencia de sensibilidad mostrada en términos del cuidado de los fieles y el descuido pastoral mostrado a la liturgia.

Basta con pensar en los excesos de la Iglesia, reminiscencias de la Furia Iconoclasta ocurrida en el siglo XVIII. Excesos que catapultaron al caos total a numerosos fieles dejándolos a tientas en la oscuridad.
Casi cualquier cosa y todo se ha dicho acerca del tema. Mientras tanto, la liturgia ha llegado a ser vista como la imagen en el espejo de la vida de la Iglesia, sujeto de una orgánica evolución histórica la cual no puede, como en realidad sucede, ser –de repente- decretada “por orden de Mufti”*. Al día de hoy estamos pagando todavía el precio.


* Por orden de Mufti (Par ordre du Muftí) es una paráfrasis irónica que busca expresar que se toman decisiones “desde arriba", sin que las partes sean escuchadas. Muftí, aparentemente, fue un jurista islámico.
AQUÍ la versión del Vatican Insider en inglés de la entrevista
AQUÍ su traducción al español
En el siguiente enlace la versión original en alemán „Geduld, Geduld – was sind schon fünfzig Jahre?“ por GUIDO HORST

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