En Costa Rica el Día de las Madres se celebra el día en que la Iglesia celebra el Día de la Asunción de María Santísima; por lo mismo, para mi -celebrar en esta fecha a María- es celebrar a las madres.
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María Cecilia de la Asunción nació un día del mes de mayo en la ciudad de Alajuela en el año 1926.
Hija de don Enrique Riba Morella y doña Merceditas Muñoz de Riba. Quinta de seis hermanos quedó huérfana de padre cuando apenas tenía nueve años.
La fortuna que había alcanzado su padre antes de morir duró lo suficiente como para que María Cecilia -sin poder terminar el colegio- debiera a los 18 años ponerse a trabajar.
Con su inglés así como con unas clases de mecanografía y taquigrafía emigró a Venezuela donde alcanzó rápidamente el puesto de secretaria ejecutiva bilingue.
Desde aquél país enviaba dinero a una de sus hermanas para que le construyera una casa donde viviría a su regreso junto a su madre.
Así fue, madre e hija, regresaron de Venezuela y a partir de entonces María Cecilia se dedicó a lo que mejor sabía hacer: cuidar de su madre y traducir.
Un par de años después, a los 31 años, se casó con su novio de tres meses, el señor José Tasies Solís con quien fundó una familia sólidamente cimentada en la fe católica.
De ese matrimonio nacieron tres hijos, los cuales han sobrevivido a su madre, quien falleció súbitamente de un infarto doce años atrás.
María Cecilia de la Asunción Riba Muñoz no hizo nada fuera de lo común en su vida más que ser buena madre, pero eso si, cuando digo buena madre, es Buena Madre (esposa, hija, hermana, vecina, patrón…); del tipo de madre que deja escrito al margen de la página de uno de sus libros preferidos (Vida y Santidad, Thomas Merton) lo siguiente:
“Por tanto, si (por el bautismo) Cristo está conmigo, yo estoy desde ya, con Él en el cielo".
Del tipo de madre de quien he debido admitir que ha sido por su forma extraordinaria de amar por lo que he sido capaz de reconocer el amor de Dios.
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Permita Dios que existan en el mundo muchas madres así y aún mejores; madres como María Santísima, verdaderos testigos del amor de Dios; madres que reciban el premio de la gloria.
Amén