3 de agosto de 2010

Resuelto el berenjenal de la corrección fraterna

Maricruz:- Padre, ¡qué bárbaro!
Ya van dos personas a las que les borra comentarios. ¿Por qué es así?
Luego tengo que andar arreglándole sus tortas,
luego no entienden los curas por qué la gente se va de la Iglesia
ni tampoco por qué todo el mundo los trata como chanchos…
Vea que se lo digo con cariño, que bien sabe que se lo tengo.

-oOo-

Miren, en esto de la corrección fraterna, entre más leo, más berenjenal se me hace. Lo único que me ha quedado claro y que se que podría –con la ayuda de Dios- llegar a manejar es lo que Royo-Marín señala como principio fundamental y que es que la corrección fraterna debe estar ante todo precedida, imbuida y proyectada dentro del ámbito de un amor entrañable y gran celo por la salvación de esa alma.

En relación a ello, he venido pensando en una cosa que para muchos podría ser perfectamente el descubrimiento del “agua tibia” pero ¿qué más da?, me digo; si para algunos es una trivialidad, para mi no lo es y quizá solo por eso valga la pena compartirlo; además, quizá exista otro despistado como yo que descubra el “agua tibia” en mis reflexiones.

Pues, por lo mismo, he venido hoy; se trata de lo siguiente:

Siempre he escuchado decir que cuando a uno le molesta algo de los demás es porque encuentra en ellos lo que a uno –de si mismo- le molesta y pensándolo, me parece que es cierto. Sería cierto si, en tanto me molesto cada vez menos conmigo misma, me dejan también de molestar los demás.

Pensando en lo que dice don Luigi Giussani acerca de que estamos heridos y que es esa herida por la que tendríamos que estar agradecidos ya que es por ella que llegamos a Cristo y, pensando en lo que dije anteriormente, quiere decir que, en tanto voy reconociéndome herida y no despreciándome por estarlo, entonces, voy sintiéndome cada vez menos impelida a criticar, juzgar, señalar o despreciar a otros, cierto?

Reconociéndome herida y no despreciándome por ello, habría comprendido que su herida, como lo fue para mi, constituye el camino que le llevará a Cristo.

Cristo le tomará en sus manos, como hizo conmigo; reconocerá con ternura su corazón y, mediante ese vínculo hermoso que se forme entre ambos a través de la oración y los sacramentos, le irá –poco a poco- configurando a El cada vez más y mejor, de tal manera que entonces amará no solo su herida sino la de los demás, cargará con sus heridas y las ajenas pero, por sobre todo, amará haber sido amado y no querrá otra cosa que mantenerse en ese amor para amarse y amar a sus semejantes de la misma forma.

Por eso digo que, si este descubrimiento del “agua tibia” fuera cierto, lo cual creo que lo es, entonces también es cierto que dejará de molestarme lo que de los demás me molesta.

-oOo-

Dios permita, que cada día -más y mejor- admitamos nuestra herida para que nos dejen de molestar los demás, desistamos de considerarlos una amenaza o –simplemente- que dejemos de tomarlos como personas que nos quitan tiempo valioso.

Y claro, para que –finalmente- estemos en posibilidad de hacer corrección fraterna precedida, imbuida y proyectada dentro del ámbito de un amor entrañable y gran celo por la salvación de esa alma.

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