22 de agosto de 2010

Y que no le recen, porque ese no es Dios

Es tan claro el Evangelio de hoy que, siendo un “cristiano de los de siempre” o uno de esos “católicos sin religión” que tanto abundan y no entenderlo, es a lo que llamaría ser tonto o soberanamente soberbio.

No se si les pasa como a mi que con frecuencia algunos acontecimientos de la semana se iluminan con el Evangelio del domingo siguiente o con alguna cosa con la que trata el Santo Padre?. A mi me pasa y esta semana no fue la excepción.

Tengo a una persona a la que amo entrañablemente de la que podría decirse la vida le ha sido difícil, siempre están intentando cosas sin amedrentarse, pero siempre todo le sale mal y llora a mares y viene a mi en busca de consuelo.

Esta semana, una vez más vino a mi y cuando después de tratarla con la mayor ternura le recordé que ahí está el Señor para recurrir a Él, me ha respondido con un altanería de la que jamás la creí capaz. En tres frases nos mandó al Señor y a mi a freír tortillas.

Otro día, muy orgullosa otra mujer me decía: “soy católica más no fanática, católica más no practicante".

¡Qué cosas!, me dije.

“Y qué será lo que se supone que hace una católica no practicante? Decirse católica por el mero hecho de haber sido bautizada en la fe católica, pero no comulga, ni ora, ni recurre a los sacramentos, ni nada?", le pregunté.

Y añadí de seguido: “Porque eso es lo que hacen los protestantes: no comulgan, ni se confiesan, ni nada de nada. Así es como te llamas católica?”

Por supuesto que guardó silencio. Le debo haber parecido un energúmeno pero, es que, ¡ya basta!.

El Evangelio de este domingo es clarísimo, quien tenga oídos que oiga:

“Señor, ábrenos, somos los de tu barrio, los de tu pueblo, los de tu grupo…”; y Él respondió: “no os conozco”. Y ellos volverán a la carga: “pero ¡si hemos comido contigo, si hemos paseado por las mismas plazas, si somos tus paisanos!”. Y Él insistirá: “no sé de dónde venís, ni a dónde ibais, porque podemos pasar por la misma plaza, pero venir de lugares muy distintos y, sobre todo, encaminarnos a sitios muy diferentes… no os conozco”.

Dice Monseñor Sanz Montes, que es un hombre de Dios a todo meter, de esos que cada uno quisiéramos tener a cargo de nuestras diócesis -dicho sea de paso-, dice él:

“nos salvamos si entramos en el camino de Jesús, si pisamos sus huellas, si amamos lo que Él amó y como Él lo hizo, si tenemos al Padre y a los hermanos muy dentro de nuestro corazón, si nuestra vida tiene sabor a bienaventuranza”

Y ésto, ni lo está haciendo una que manda a su Señor y a su hermana a freír tortillas ni la que se llama a sí misma católica no practicante.

¡Que se vayan enterando!.

Que no por tontos se perderán de esa pequeña puerta pero si podrían perdérsela por soberbios, que parece es lo que respiran; respiran de su propio orgullo que ha osado fabricarse un dios hecho a su medida.

Estas mujeres se habrán preguntado: ¿Un dios a la medida de mi conveniencia, es Dios?. Claro que no se lo han preguntado y claro que no lo es, por lo mismo, que tengan cuidado, que no le recen, porque ese no es Dios.

Dios es Uno al que, pensando así de El y de si mismas, no podrían sostenerle la mirada.

-oOo-

Y yo, Señor, te agradezco que se den de narices contra la puerta las veces que sea necesario, porque temprano, más que tarde (de eso me fío) se resolverán a pedirte que les abras y ahí estarás, recibiéndolas con los brazos abiertos y ellas, sosteniéndote la mirada.

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