24 de septiembre de 2010

¡Ha salido el Sol!

Jesús mío, querido Jesús, mi amado.

Te quiero mucho, lo sabes? Ahorita mismo, que es de madrugada y que, aunque dormí suficiente, no he dormido bien y me he levantado cansada, me pongo a pensar en ti y, no se si es el corazón o es el alma, pero algo en mi pecho se hace un colocho y me estruja el corazón. Mira nada más, estoy llorando.

Te quiero mucho y te necesito. ¡Te necesito tanto!.

Te necesito porque tengo miedo.

Me dan miedo tantas cosas que a veces no puedo ocultarlo. Seña de que tengo miedo es que se me saltan las tuercas, bien me conozco. El miedo es en mi un detonante y lo más desagradable y doloroso, es que cuando me percato, por puro miedo voy dejando tras de mi un chorro de cadáveres ensangrentados. Pobres hermanos míos, hijos tuyos Padre, a los que he dejado tirados y malheridos con mis palabras, mis impulsos, mi temor. Aquellos, aquellos mismos que tienen tu apariencia, en quienes no consigo ver tu rostro. Esos mismos. ¡Ay, Señor!.

Por eso se que te necesito.

Te necesito porque así como amo la belleza de este amor que me regalas en la creación, en tantos detalles de esta hermosa vida que me has dado, en la belleza que encuentro incluso en la adversidad, así quisiera amar a mis hermanos y no tener miedo del miedo que me provocan.

Me dan miedo tus hijos Padre, miedo mis hermanos, querido Jesús. Me da miedo estar expuesta a tantas formas en como pueden hacerme daño, hacer daño a otros o a sí mismos. Tanto, como el daño que con mi propio temor les provoco en innumerables ocasiones.

¡Cuánto necesitamos de Ti, Señor!. ¡Cuánto!. Lo nuestro es un abismo de necesidad infinita que solo Tú, únicamente Tú, puedes llenar. ¡Solo Tú!.

Tú, con tus hilitos de piola, cariñosa y consistentemente, has ido apoyándome en la tarea de poner orden en mi vida y en mis pensamientos; por eso es que, aunque llena de chuequeces -como mis plantitas de chile- puedo mantenerme erguida con la mirada fija en lo alto. Aspirando siempre a lo alto. A lo más alto. ¡Siempre!. Se que estoy bien ceñida por los hilitos de piola de tu amor, pero aún así, tengo miedo.

Un momento, pero, qué es lo que he dicho?. He dicho: “estoy ceñida por tu amor…”.

¡Estoy ceñida!.

Oye, Jesús mío, a lo largo de esta plática ha concluido la noche y la claridad se ha dejado ver tras la ventana, el jardín está lleno de bruma que no deja pasar la claridad, sin embargo, miro hacia adentro y allí, Señor, allí parece que ha salido el sol.

¡Ha salido el Sol!.


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