29 de septiembre de 2010

Gratitud

Lo se. Demasiado bien lo se. En demasiadísimas ocasiones últimamente las noticias, los problemas, las “precisas” del trabajo, las pequeñas discusiones, qué se yo, tantas cosas me hacen olvidar dar las gracias.

Les confieso, me gusta que el clima esté como está, nublado, gris, silencioso, misterioso, como dice mi amiga Natalia que por haber nacido y vivido en un lugar muy cercano a la costa esto de la bruma y el frío le resulta “misterioso”.

Me gusta que esté así el clima porque llama a introspección y hoy, un pequeñísimo detalle que pude apreciar en el camino a casa cuando regresaba de la tiendita donde andaba trayendo alguna cosa me metió de lleno dentro de mi misma y me encantó. Buena falta me hacía, me doy cuenta.

Tras el detalle recordé varias cosas y también recordé un pasaje hermosísimo de don Gius que leí, no se si ayer, dice así:

“Lo que caracteriza a una persona que ama el destino de las cosas, es decir, un alma libre que vive la dimensión de las libertad, es una característica humanísima que se encuentra en los sencillos de corazón, que se encuentra muy a menudo en los pobres, y cuando se encuentra en un rico o en un hombre inteligente y culto es realmente un milagro: la gratitud… ¡La gratitud! Un matiz de gratitud, como una orla de gratitud, un relieve de gratitud, un matiz de gratitud en cada acto que se lleva a cabo, en todo lo que hace… Esto es lo más bello que se puede ver en el rostro y en la actitud de una persona. Se me ha quedado grabado lo que un frailecillo cantaba en una obra de teatro un tanto miserable que se representó en el seminario: “Dios ve más la bondad que el rostro”. Al hombre le pasa lo mismo. El hombre ve más la bondad que el rostro, porque es más real, es más consecuente y tangible; la bondad es más imponente que la cuadratura sólida o tenue de la façade, de la fachada”. Luigi Giussani, ¿Se puede vivir así?, Ediciones Encuentro

Pues les decía que de camino de vuelta a casa noté un detalle, la bondad de ese detalle me hizo recordar otros detalles y todos ellos me hicieron sentir agradecida, lo que me llevó a recordar este texto y a despertarme las ganas de venir a compartirlo con ustedes.

Ese pequeño detalle consiste en que, en medio de la bruma y de la llovizna persistente, vi venir hacia mí a Marta y a Melissa que, con su ropa deportiva y una sombrilla, mostraban indicios de que regresaban de su caminata diaria por los alrededores.

Estas dos mujeres son madre e hija, la madre como de cincuenta años y la hija podrá tener unas veintitrés. Verlas tan dedicadas a lo suyo, ejercitándose juntas como grandes amigas, tan valientes para caminar debajo de la lluvia y en medio de la bruma, casi de noche y con el frío, me hizo sentir gratitud, una oleada de gratitud.

Fue entonces cuando recordé que la otra tarde vi a Yamileth con su hijo paseando en bicicleta y luego recordé a Ana con José Miguel que de continuo se los ve juntos. Recordé a Anaís con la catizumba de sobrinos cuando van al río, recordé a Jota D cuando la mamita arma esos fiestones en la casa con la excusa de celebrar cualquier cosa, recordé a José Daniel y a Héctor trabajando junto a su madre en el comedor de las fiestas patronales, me vino a la memoria Jorge con sus hijos trabajando en su pequeño restaurante, recordé a Guillermo que prácticamente adoptó al hijo de Francisco para que no anduviera “destorrentado” vagando por las calles y fue cuando entonces la oleada de gratitud se convirtió tsunami, definitivamente, un tsunami.

En cuántos poblados del mundo con menos de 3.500 habitantes habrá tantos padres de familia que hacen cosas junto a sus hijos adolescentes o adultos? Cuántos? No me parece que deba de haber muchos, no creen? De ahí la gratitud en modalidad tsunami. Lo ven?

Y eso que me detengo aquí con la lista de familias que hacen cosas juntas porque, perfectamente, podría haber nombrado a bastantes más.

Dice don Gius que la gratitud “es lo más bello que se puede ver en el rostro y en la actitud de una persona” y digo yo que si existe un rostro agradecido es porque ese rostro primero tuvo que alegrarse en la gratuidad del don de Dios.

Oh, Señor, ten piedad y misericordia de nosotros y ¡danos un corazón agradecido!

Bendito sea el Señor en su generosidad.

¡Deo omnis gloria!



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