19 de diciembre de 2010

Canción para el enemigo

No se si lo había mencionado antes, pero me parece el colmo que entre hermanos en la fe, entre aquellos dicen creer en el mismo Dios exista censura.

Y ya ven? También censuro y no estoy muy segura (aunque lo sospecho) por qué razón lo hago, sin embargo “una mirada atenta, tierna y apasionada” de mi misma ha sido capaz de ayudarme a reconocer a Cristo y ese gesto tan sencillo lo ha ido cambiando todo, todo; bien lo tenga en este momento claro o no, pero todo ha ido cambiando y eso ha de ser porque…“Cristo es el hombre que nos hace hombres, que explica lo humano” como les ha dicho don Giussani en algún momento platicando con los Memores Domini del Movimiento.

Cristo no únicamente nos explica a nosotros mismos, sino a todo hombre, de tal manera que, es posible por esa ruta de las miradas abrazarse y abrazar la realidad y todo lo que contiene: lo que nos gusta y disgusta tanto de los demás como de nosotros mismos, por lo mismo, nos hace capaces de acoger a aquellos que nos aman pero también a aquellos que nos odian, nos desprecian o censuran, sean o no los de la propia casa.

Esa disposición surge de haber tenido un encuentro con Aquél de cuya mirada ya no podremos apartarnos jamás ya que nos fascina, seduce y desafía.

Así como para Juan y Andrés, para nosotros, tras ese encuentro en el que hemos sido mirados de esa forma, resultaría poco razonable rehusarnos a vivir en fidelidad a la mirada de Aquél, que como la Estrella, nos anuncia un hombre nuevo, completamente nuevo.

Como sucedió con Juan y Andrés, Zaqueo, la samaritana y tantos otros, para la fidelidad tampoco nos hace falta mucho: “basta con estar verdaderamente comprometidos con la propia vida, basta con tener cierta sensibilidad, aquella sensibilidad que la inteligencia realiza cuando se acerca a las cosas y acontecimientos con atención, con un afecto último del alma (¡un afecto último del alma!) que tiene que ver con vuestro destino” (L. Giussani)

Sumergidos en ese resplandor de gloria de la Estrella, embebidos de la mirada de Aquél que nos anuncia un hombre nuevo, es posible -verdaderamente- amar todo y a todos, enemigos incluidos, Claudio Chieffo da fe de ello y yo también:

Balada del amor verdadero

Yo te amo como Dios te ama
con la misma pasión, con la misma fuerza,
con la misma fidelidad que tengo.

Si bien mi amor es tan pequeño como un niño
solo sin la madre perdido en un jardín.

Yo te amo como Dios te ama
con la misma ternura, la misma fe,
con la misma libertad que tengo.

Si bien mi amor es frágil como una flor,
tiene sed de lluvia, muere si no hay sol.

Te amo y gracias a Dios
que me da la ternura, que me da fuerza,
que me da la libertad que tengo.


La canción para el enemigo termina siendo la canción para todo aquello que verdaderamente amas, que Dios ama.

No encuentro que exista mejor cosa en el mundo que haber visto la Estrella.

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