16 de diciembre de 2010

Ni siquiera es una mujer sobre un burrito, a punto de dar a luz y con su marido

Nadie debería. Nadie debería vivir en una habitación de cuatro paredes, en medio de ratones y el humo de una cocina de leña, sin agua potable, sin fluido eléctrico, sin inodoro y ducha. Nadie.

Así ha estado viviendo nuestro peón estrella, el famoso Alexander de quien les hablé días atrás.

Nos hemos venido enterando sobre su situación de a poco, por lo mismo, de a poco le hemos venido ayudando.

Ahora está construyéndose una pequeña habitación con ducha, inodoro, fluido eléctrico y agua potable en lo que es una pequeña construcción que quedó tiempo atrás sin uso en nuestro jardín.

Tampoco es que tengamos los dinerales para ayudarle de otra forma, pero ha sido muy oportuno que las ventoleras tiraran semanas atrás varios árboles enormes y que tengamos ahora la madera suficiente para que levante cuatro paredes decentes.

Contamos, además, con la losa sanitaria en perfecto estado que retiramos de un cuatro de baño que demolimos, puertas de baño y hasta las herramientas y materiales necesarios. Le daremos una cama que no utilizamos y el dispone además de una plantilla de gas que recibió hace poco de regalo.

No es que estemos tirando la casa por la ventana pero si es de reconocer al cielo la feliz coincidencia de que Alexander es hábil carpintero y albañil así como de que tenemos lo necesario para que se construya un albergue digno.

¡Cielo santo, con cuánto entusiasmo trabaja! No parece importarle el fuerte viento que le golpea el cuerpo, la lluvia y el frío, ni siquiera que le haya llegado la noche o que no ha comido.

Y, es que para colmo de males, saben qué le pasó a este desafortunado muchacho el fin de semana? Perdió su salario porque al haber olvidado la billetera se metió el dinero en un bolsillo de su pantalón que tenía un agujero. ¿Si no les digo?

El caso de Alexander nos tiene realmente conmovidos máxime que nos lo ha puesto el Señor en nuestra vida en los días cercanos a la Navidad.

Y, está bien, se los concedo, nuestro trabajador estrella no es perfecto, tiene -como todos- pequeños y grandes defectos y carencias; tampoco es mujer, ni siquiera es una mujer sobre un burrito, a punto de dar a luz y con su marido, pero tiene las mismas necesidades y para nosotros eso es más que suficiente.

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