23 de diciembre de 2010

Ese lugar desolado que es nuestro corazón

Entré cerca de las medianoche del miércoles a facebook nada más que para terminar viéndome en la necesidad de escribir estas palabras.

Gran parte de mis contactos, no se si es por la proximidad de la Navidad (supongo que si), expresaba en su muro y de diversas formas sus sentimientos, preocupaciones o necesidades.

Agustino, por ejemplo, colocó un video a sus amigos para que comprendieran la razón de su tristeza, les dijo así:
“Bah, había escrito un montón para este enlace, pero mejor lo he borrado y les dejo este tema muy melancólico para que se detengan a pensar en el porqué de su tristeza…”

Otro de mis contactos daba gracias a Dios por su pobreza:
“Que orgullo ser pobre, que valor más grande tiene para mi la pobreza, con solo saber que el Niño Jesús nació pobre pero rodeado de tanto amor. Qué más se puede pedir?. Que riqueza espiritual tiene la pobreza”

Más allá en una reflexión de un sitio católico algunos comentaristas platicaban entre si pidiendo intercesión ya por un amigo y colega cuyo padre que necesita un transplante de riñón
“Please pray for my colleague and friend at work called Matthew whose father is ill and may require a kidney transplant that he will selflessly give. Pray for his father and that Matthew will have courage and comfort during this time”.

O ya por un hijo para que se mantenga sobrio así como para hallar un hogar:
“Im praying for him now- please pray for my son to stay sober and for us to find a home, thanks”

De esta manera seguí recorriendo en el silencio de esta noche cada uno de los post que colocaron mis contactos y el denominador común saltó a la vista.

Cuánta soledad, cuánta necesidad que parece imposible de satisfacer, cuánto dolor, cuánta pobreza y… ¡en las vísperas de la Navidad!

Para un cristiano que comprende que la Navidad no es otra cosa que el culmen del Misterio de la Encarnación, esta época del año sería como lo es para cualquiera otra persona: un motivo para disfrazar la vida de bienestar con regalos, fiestas, ropa nueva, comidas abundantes, viajes o lo que sea con la que la disfraza la mayoría, más como un cristiano comprende y además vive la Navidad de forma diferente, esta época del año es o tendría que ser, el período del año en que tomase mayor conciencia de su condición de desamparo, de su fragilidad, de su necesidad, dolor, soledad… Eso debería ser y no otra cosa.

Así que en buena hora que el mundo –año tras año- nos quiera engañar haciéndonos creer que puede subsanar nuestro desamparo porque, sin importar cuánto –año tras año- inútilmente en ello nos esforcemos, tarde o temprano caeremos en la cuenta de que no existe Bondad, Belleza o Verdad que no sea la que surge del encuentro entre un corazón infinitamente necesitado como el nuestro y el de Quien –por ser infinito- es el único que puede colmarlo.

Somos niños, somos los hijos de Dios, tan pequeños, frágiles y necesitados como el que más.

El Señor tenga compasión de nosotros y nos permita encontrarnos con El en ese lugar desolado que es nuestro corazón.

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