3 de diciembre de 2010

Comunión sin liberación

Les traigo la narración que hace el padre Carron del diálogo que tuvo con un miembro de la Fraternidad Comunión y Liberación en uno de los encuentros. Diálogo que me parece valioso y fácil de comprender aún para quien no conoce o no se identifica totalmente con el carisma de don Giussani. Espero que les resulte tan inquietante y revelador como yo lo ha sido para mi.

Entonces yo seguí provocándole: «Y, en tu opinión, ¿por qué falta esta experiencia de comunión? ¿No estáis todos juntos en la Fraternidad?». Podríamos decir también: ¿No estamos todos juntos en la compañía, en la comunidad? Entonces, ¿por qué? Aquí está la clave: ¡Porque hay una forma de vivir la comunión que no lleva a la liberación! Y éste es un dato que reconocemos en nuestra experiencia. Él me respondió: «La razón es que nos cuesta mucho que esta pertenencia se convierta en un juicio real». Le dije: «Perfecto, ésta es la cuestión. ¿Por qué falta este juicio real? ¿Por qué no (me) afecta [ ] este juicio real?».

Respuesta: «Yo creo que es porque nos cuesta percibir que todo se nos ha dado [ ]». Y yo: «Pero, si todo está ya dado, entonces no falta nada. Entonces la pregunta es: ¿Por qué muchas veces esta comunión no nos libera? Yo comprendo que podamos estar juntos y seguir diciendo que es difícil imaginar cómo me mira Dios, y es verdad, es difícil imaginar cómo me mira Dios; pero sólo antes del encuentro [ ]. Antes del encuentro sí, pero después del encuentro no. Es decir: si volvemos al mero sentido religioso, a antes del acontecimiento de Cristo en nuestra vida, entonces no podemos imaginar cómo nos mira Dios. Pero Zaqueo [ ] comprendió cómo había sido mirado, san Pablo comprendió cómo había sido mirado, la pecadora comprendió cómo había sido mirada, y por eso pertenecen a ese lugar que se llama comunión. Esto genera la comunión y genera la liberación. Podemos seguir hablando de la comunión, podemos seguir estando juntos sin que el juicio real, sin que la mirada que se ha desvelado en el encuentro haga mella en nuestra persona y en nuestra forma de mirar, y esto se ve por el hecho de que la liberación no llega.

Por eso no basta con estar juntos para vivir la comunión cristiana; es necesario que nuestro estar juntos esté completamente impregnado por la novedad del encuentro, es decir, por el juicio, por la mirada que nos ha alcanzado, por la que pertenecemos a esta comunión y por la que este lugar es un lugar de comunión».

Y luego añadía yo un segundo punto: «Este dejarse abrazar no es un hecho mecánico. Si cada uno de nosotros no se deja abrazar cada día, no reconoce aquello que ha encontrado, si no se vuelve suyo (memoria, esto se llama memoria), esa mirada desaparece de su horizonte y, en un momento dado, le lleva a decir que no sabe cómo le mira Dios. Y en el momento en que ya no sé cómo me mira Dios, ya no hay liberación.

Y esto puede suceder perfectamente: podemos vivir durante años dentro de este lugar, que podemos seguir llamando comunión, sin el juicio que genera la comunión.


Extraído del documento:
Asamblea Internacional de Responsables de Comunión y Liberación
LA THUILE , 28 DE AGOSTO - 1 DE SEPTIEMBRE DE 2010

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