24 de diciembre de 2010

Cristo nos deja saber quien es

María, me refiero a María Santísima, pudo haber tenido claro desde el principio que su hijo era el Hijo del Altísimo pero aunque no lo tuviera totalmente claro, ella -la llena de Gracia- vivía atenta a sí misma, a las personas y a los acontecimientos, observaba y “conservaba todo en su corazón”.

Es probable que desde el momento en que tuvo a su hijo en brazos vislumbrara en su mirada algo extraordinario, pero aunque no, más tarde de seguro no fue únicamente el destello de la mirada de su hijo la que le conmovió sino la verdad irreductible de una Presencia excepcional en su hogar. Algo semejante ha de haber sido para José y para todos los que se encontraron con Su mirada, lo recuerdan?: la mirada de Aquél que calmó la tempestad, de Quien más tarde prometía el Paraíso al buen ladrón, la del Hombre que camino de Emaús les reveló lo que realmente había acontecido, venciendo el temor de aquellos hombres, su frustración, el fastidio y, de paso, haciéndoles ver quienes eran, haciéndoles de esa manera sus testigos. De la misma forma, la historia de la Iglesia conserva innumerables testimonios de hombres y mujeres cuyo corazón fue conmovido y transformado tras ese encuentro.

La Presencia de ayer, de hoy y de siempre de Cristo entre nosotros es lo que nos hace cristianos, Su Presencia es lo que hace del cristianismo “acontecimiento”, de tal forma que, «Si no aconteciera de nuevo ahora, no podríamos saber de verdad quién es Jesús. Pero, cuando vuelve a acontecer, venciendo en nosotros ese fastidio, empezamos a entrar en la realidad, en la verdad de lo real»

Un hombre milanés recién separado de su mujer este año decía: “A pesar de mi dolor, mi angustia, mi nada, recibí un abrazo que ha vuelto a despertar mi corazón. Fue como recibir una propuesta para mi vida. Me sentí, indignamente, objeto de una misericordia inmensa, fue como si me volvieran a dar la vida”.

Este hombre italiano es para nosotros testigo tanto como, particularmente este año, lo ha sido el Santo Padre en que “Nos ha dado testimonio de lo que Cristo es capaz de hacer en un hombre que esté disponible a dejarse generar por Él. [ ] Esto se ve [ ] en su inteligencia de la fe que llega a ser inteligencia de la realidad, en su libertad de presentarse en la realidad [ ]”.

Cristo está entre nosotros, está presente en cada celebración litúrgica, en la oración, en los sacramentos, pero también en la libertad de los testigos que abrazan desde la fe la realidad, a través de quienes Cristo nos deja saber Quien es.

De tal manera que testigos hemos tenido, somos o podemos llegar a ser, la vida de tantas personas nos lo confirma: «En el modo en que han vivido la realidad nos han dejado dicho (y nos dicen) quien es Cristo para ellos».

De tal manera que, así como María, a María Santísima me refiero, así como ella: “basta con tomar conciencia atenta y también tierna y apasionada de sí mismo (de las personas y los acontecimientos) para abrirse de par en par para reconocer, admirar, agradecer y vivir a Cristo. Para que Jesucristo sea en nuestra vida más que un mero nombre”.

Pues bien, ahora me detengo porque el caso es que me determiné a sacar un tiempito para venir hasta aquí nada más que para desearles Feliz Navidad, así que reciban todos en este día mis sinceros deseos de un feliz y conmovedor encuentro.

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