7 de diciembre de 2010

“Pues mijita, no se preocupe, porque no es nada"

Hace pocos años se me presentó la oportunidad de ofrecer hospitalidad a uno de los hermanos de mi padre, un tío que -tan solo un año menor que él- era viudo, estaba muy enfermo y completamente arruinado.

Según me cuenta mi padre, su hermano desde niño se “salía del canasto” y, según pude confirmar trayéndolo a vivir con nosotros, nunca cambió.

Leyendo a los comentaristas en el artículo de Bruno recordé lo que me trajo tío de regalo el día que llegó a vivir con nosotros.

Recuerdo que sacó una bolsita plástica arrugada que traía envuelta en un trapito viejo y un poco sucio.

Dentro de la bolsita observé varios objetos, no se de dónde los habrá sacado porque nunca le pregunté, pudieron haber pertenecido a su mujer o -sencillamente- los tomó de un basurero, pero estaban mugrientos, viejos y olían mal.

Eran artículos religiosos como estampitas, un rosario de plástico, un librito de primera comunión y varias cositas más.

De primera impresión aquellos objetos me dieron asco.

Ignoro si el esfuerzo que hice para disimularlo surtió efecto, me imagino que si y si no, estoy segura de que tío en cambio supo ese día y en otras ocasiones más tarde disimular y perdonar mi falta de delicadeza y buen gusto.

Tomé el paquetito de sus manos, abrí la bolsita plástica y fui sacando uno a uno cada pequeño objeto.

Conforme lo iba haciendo aquél buen hombre me iba diciendo que había recordado que yo creía en Dios y había pensando que esas cosas serían importantes para mi.

- “Claro que si, tío, son importantes para mi y veo que usted sabe cuánto. Le agradezco que después de tanto tiempo lo recordara y me haya traido estas pequeñas bellezas. Son un verdadero tesoro para mi".

- “Pues mijita, no se preocupe, porque no es nada".

Bien sabía yo que no eran nada, pero bien sabía a la vez que adquirían para mi en ese momento el valor del tesoro que fue haber hallado y la dicha de hospedar al tío más viejo, feo, sucio, desarrapado y pobre que pocos podrían llegar a tener y quien -en la misma medida en que fue viejo, feo, sucio, desarrapado y pobre- ha sido la persona en este mundo que mejor me ha enseñado en qué punto del camino empiezan a caminar juntas y de la mano la verdad y la belleza.

¡Vaya que si!


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