13 de diciembre de 2010

Tu bien lo sabes, Capullito de Alelí

El sábado asistí a una actividad de académicos y estudiantes universitarios de la cual salí intelectualmente muy enriquecida pero también profundamente humillada y nada más que para encontrarme inmediatamente al salir de edificio con Jaime Reyes el hombre de la sierra que llega a casa a rajar tablas de los árboles que se caen en nuestro bosque por causa de las ventoleras.

Llegué temprano a la universidad por lo que tuve oportunidad de encontrarme con varios profesores, unos me ignoraron, otro me regañó y otros se limitaron a darme casi a regañadientes los buenos días. Mis excompañeros no fueron muy efusivos por lo que me pareció prudente mantenerme alejadita de los demás.

Pero, ¿que fue lo pasó? Pasó que días atrás había denunciado una situación que a nivel doctrinal no estaba clara y tal parece que, una sencilla pregunta que hice en una página de la Universidad en facebook y los subsecuentes comentarios, causaron gran revuelo a lo interno de la universidad.

La cosa es que salí de la actividad un poco triste pero por fortuna me encontré con Jaime Reyes quien luego de saludarme muy efusiva y cariñosamente, me invitó a su casa y prometió devolverme a la mía con las manos llenas de los deliciosos productos de su granja.

No obstante la alegría del inusitado encuentro, pasé triste el día sábado y el domingo desperté muy temprano y, como seguía triste, decidí salir para misa no más clarear el día. Justo al llegar al templo algo me despertó: - Caray, es domingo de Gaudete, me dije y, estoy triste. Vaya cosa, ¿qué significa esto?

Durante la misa caí en la cuenta que las circunstancias me estaban exigiendo realizar una profesión de fe: ¿Es Cristo Presencia para mí?

¡Por supuesto que lo es!

HabiéndoLe reconocido no me dejó otra opción que pasar el día en Su compañía.

Claro, ahora me doy cuenta, estuvo conmigo en la Universidad (recuerdo que antes de entrar le dije que fuera delante de mi) y estuvo conmigo hasta en la tristeza que me llevó a misa el domingo al amanecer.

Ahora había comulgado y no sería necesario más que continuar reconociéndoLe para que las horas del domingo transcurrieran vivas con el entusiasmo de ese reconocimiento y su alegría.

Pasé a comprar un magnífico pastel, pasé luego a invitar a mis hermanos y sobrinos a tomar cafecito en casa al final de la tarde (por cierto, todos preguntaban qué estábamos celebrando, solo yo lo sabía); pasé el día cantando, bailando y decorando mi casa para la Navidad; puse el árbol, saqué las figuritas del portal, almorcé a la carrera movida por la urgencia de terminar y hasta tuve tiempo para dormir una sabrosa siesta.

Al final del día llegaron los invitados y la pasamos delicioso, con decirles que hasta me di el gusto de hacerles escuchar una pieza hermosísima titulada “Capullito de Alelí” cantada por Caetano Veloso la cual bailé con los pasos recién adquiridos en mi clase de baile abrazada a mi perrita french poodle que por dejarse alzar en brazos es la única que se permite hacer el ridículo aceptando ser mi pareja en el bossa nova.

¡Qué día espectacular!

El padre Julián Carrón recientemente en Milán explicaba que “Cada circunstancia es ocasión para verificar qué es lo que nos llena la vida, por eso no es sino en la realidad que verificamos Su presencia, porque “una cosa es ver a Cristo vencer en nuestros pensamientos y otra muy distinta es verlo en la realidad””

¡Qué día espectacular!

(Ahora, me parece, comprendo mejor la fascinación de Juan y Andrés).

“Porque tu sabes que sin Ti, la vida es nada para mi.
Tu bien lo sabes Capullito de Alelí


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