13 de junio de 2010

Don del Corazón de Cristo


Con la mano en el pecho confieso que a veces esto de hablar de ciertos temas más me parece mera expresión de impotencia y quien sabe si no, hasta falta de caridad. Llego a preguntarme: En verdad son mis entrañas de Misericordia? Continuamente me debato entre lo que observo, siento, pienso, creo y digo. Jamás imaginen que me resulta fácil.

No resulta fácil "digerir" lo que presencié hoy en la mañana temprano cuando fui a la tienda a comprar víveres y vi la pobrísima decoración de las calles para la celebración de la Solemnidad del Corpus Christi. No resulta fácil ver "cuatro gatos" tras el sacerdote que con megáfono en mano iba cantando canciones carismáticas atrás del Santísimo Sacramento que viaja por las calles de mi pueblo en una carroza que daba lástima, y diciendo a los transúntes: ¡A ver, hermano, haga Iglesia!

No es fácil, para ningún católico debería ser fácil.

No resulta fácil ver a Nuestro Amado viajando en esas condiciones, ni resulta fácil comprender cómo un sacerdote de mi país hace decaer la Liturgia parroquial y la piedad popular hasta ese punto.

Recuerdo las Solemnidades y las procesiones cuando el padre Guido era párroco. ¡Madre mía! ¡Eran una belleza!.

La Misa, hermosísima, montones de acólitos, toneladas de fieles, coros magníficos. Montones de altares en las calles decorados a la manera sencilla y primorosa que solo mi gente puede lograr, banderas y globos amarillos y blancos sirviendo de marco a una comunidad convocada para una Solemnidad especialísima, de gran devoción; palmas, niñas jardineras, angelitos, jóvenes, papás y mamás con sus niños en Misa, el padre cantando Tatum ergo y todas aquellas canciones antiguas tan hermosas, como aquella que dice Corazón Santo, tu Reinarás, tu nuestro Encanto, siempre serás.... o aquella otra: Creo, Jesús mío, que estás en el altar, oculto en la Hostia, te vengo a adorar...

Me recorre el cuerpo un escalofrío de verguenza al comparar, de pesar y nostalgia al recordar.

Qué ha sido de la vida Litúrgica de mi pueblo, qué fue lo que pasó, cómo fue que cayó en manos de este consagrado tan pero tan carente de... tantas cosas.

Ven? Cuando llego a pensar sobre el sacerdote de esta manera es cuando me asalta el remordimiento, y me asalta sobre todo porque se que el sacerdote considera que lo está haciendo magníficamente y se que se le va la vida en ello. Se que es tan buen sacerdote como su formación, capacidad y su colaboración con la gracia se lo permiten. Y se que la gracia es más poderosa que todas sus carencias y nuestras debilidades juntas, eso también lo se.

Pero claro, uno que es como es, mientras observa estas cosas no puede evitar escuchar allá en su memoria, como música de fondo, las palabras del Santo Padre “El sacerdote es un don del Corazón de Cristo: un don para la Iglesia y para el mundo. Del corazón del Hijo de Dios, rebosante de caridad, brotan todos los bienes de la Iglesia..."

Este sacerdote es un don del Corazón de Cristo, si lo dice el Santo Padre, le creo.

Este sacerdote es don que se nos ofrece, como dije, en la medida de su formación, capacidad y colaboración con la gracia, pero igual -al final- sigo debatiéndome entre lo que observo, siento, pienso, creo y digo, por lo que lo único que me queda es la Esperanza y orar clamando al cielo para mi y para la Iglesia, el don del Corazón de Cristo ofrecido en abundancia, tanto como lo que -únicamente- del Corazón de Cristo puede brotar.

(Como con el padre Guido. No digo más).

Amén


***

"Todo comenzó hace más de dos mil años con doce pescadores de la Galilea, quienes, totalmente embelesados por el Señor y abandonados a su Divina Voluntad, incendiaron el mundo y cambiaron definitivamente el decurso de la historia. Nosotros nos encontramos en Roma más de diez mil y, en el mundo, más de cuatrocientos mil: si somos aquello que debemos ser la Misión será realmente eficaz".

Palabras de acogida a los Sacerdotes
de su Excia. Mons. Mauro Piacenza
Secretario de la Congregación para el Clero
en la Clausura del Año Sacerdotal
2010

***

Fotografía primera: La calle principal de mi pueblo.
Fotografía segunda: El padre Guido en una celebración en su parroquia actual.
Fotografía tercera: padre Guido.




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