Nuestras plantas de pimiento o chile dulce, como les decimos en mi país, han muerto al menos cuatro veces o eso parecía...
La primera vez fue cuando alguno de nosotros -en una novatada- las quemó con una aplicación excesiva de un insecticida natural conocido como chilagro (chile con ajo); la segunda fue cuando cayó la plaga de ácaros, la tercera cuando cayó la plaga de trips y la otra, lo que han sufrido con otras tantas aplicaciones de nutrición foliar o insecticida, mal hechas.
Han estado al borde de la muerte y se han recuperado, una y otra vez. Espectacular, casi milagroso es ver la planta en total carencia de hojas por varios días y de repente una mañana descubrir los brotes que vienen con tantas ganas de vivir que le impulsan a uno a incontrolables hipo-risas y suspiros.
Toda la vida me sentí afortunada por haberme orientado en el diseño gráfico; continuamente alardeaba que el mío era el mejor trabajo del mundo porque se la pasa uno creando a todas horas y a cada instante. Incluso llegué a considerarme tan co-creadora con Dios que se me ha llenado en muchas ocasiones el alma de una especie de tierna gratitud, impregnada -no puedo negarlo- de vanidad, no solo por las destrezas con las que nací y desarrollé, sino por la oportunidad que tuve para desempeñarme con un buen salario en esa actividad tan pero tan gratificante. Ustedes saben? Uno que puede llegar a ser bastante arrogante y superficial.
Sin embargo ahora, dedicada a la agricultura, me doy cuenta que ésta supera al diseño gráfico y lo supera nada más porque el vínculo es con un ser vivo. Ya no soy solo yo con mis super destrezas ante el mundo, sino yo, con toda mi ignorancia en el tema de la agricultura ante 1800 plantas de chile que luchan por sobrevivir.
Dependo de tantas personas que me ayudan a no matarlas que ha sido una escuela insustituible en lo que respecta a la humildad.
Las he visto morir y revivir tantas veces que me deja sin aliento el solo considerar la inconmensurable capacidad de sobrevivencia de los seres vivos.
Me deja igualmente sin aliento, la capacidad que poseemos los seres humanos para dar fin a cualquier tipo de existencia. ¡Es escalofriante!.
Haber pasado con mi plantas entre la vida y la muerte, una y otra vez, me ha hecho pensar que si esa potencia vital la trae en sus células una planta cuánta no será la que posee un ser humano? Ya saben, como en el caso de personas que viéndose gravemente mutiladas continuan sus vidas, o que viéndose desahuciadas no renuncian a continuar disfrutando de su existencia o aquellas otras que en con daños neurológicos continuan asidas a la vida...
Yo digo que lo que llamamos instinto de sobrevivencia tiene que ser algo más que un recurso de la naturaleza para su conservación, yo digo que debe de estar relacionado con la impronta divina que ha dejado Dios en su Creación.
Yo digo que esa potencia vital juega un papel importante no solo en nuestra búsqueda de Dios, en nuestro anhelo de trascendencia sino en aquellos aspectos en los que la conciencia interviene tomando decisiones que le acercan o alejan de la vida.
jeje, lástima que mi especialidad es el diseño gráfico y no poseo argumentos para sustentar mis afirmaciones, pero igual, hoy ha sido un día maravilloso y cuidar de mis plantas me ha hecho pensar en este tipo de cosas que quise -al final del día-, en una especie de arrebato de gozo, compartir con ustedes.
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Dios, Padre Bueno,
permite que continue aprendiendo
de todo aquello que me encomiendas
de todo aquello que me encomiendas
aunque sea estas migajitas de tu insondable Misterio.