Los que me siguen están enterados de mis agites. Uno de ellos consiste en que estoy asistiendo desde hace poco menos de un año a misa al templo de San Antonio de Padua en Guadalupe de Goicoechea donde aceptaron de buena gana que recibiera la comunión de rodillas y en la boca.
Pues bien, lo he venido haciendo completamente sola desde entonces. Nadie se arrodilla para comulgar más que yo.
En realidad no pongo mucha atención si alguien más lo hace pero hasta donde he apreciado, nadie se ha contagiado de mi "rareza", nadie ha sentido la curiosidad por preguntarme, ni nadie -aparentemente- ha mostrado mayor interés, hasta el día de hoy.
Así es, hoy alguien más se puso de rodillas ante el Santísimo Sacramento a la hora de comulgar.
Iba yo muy concentrada en la procesión para recibir la Sagrada Comunión en una de las tres filas en el ala izquierda del templo; y cuál no fue mi sorpresa que, de repente, vi a un señor que unas tres personas delante de mi -en la fila de al lado-, se separaba ligeramente de la línea y se ponía de rodillas ante el ministro de la comunión que le sonreía mientras le daba la Comunión.
Fue una verdadera sorpresa. Auténtico estupor. Tanto fue así, que no fue hasta que el señor se levantó y volvía a su lugar que noté que era Pepe, mi hermano.
Caray, cuando llegué a mi lugar don Fernando estaba cantando: Señor, me has mirado a los ojos, sonriendo, has dicho mi nombre... Y yo, que soy así de sentimental, me llevé las manos a la cara para taparme los ojos porque sentí ganas de llorar.
¡Fue mi hermano, mi propio hermano querido!
Bendito sea Dios.
***
Claro, el muy sinverguenza, cuando le mencioné la tremenda alegría que me había dado, me dijo: Ay, pero Maricruz, es lo que yo hago en misa lo hago porque lo veo en la misa de la Madre Angélica. (Si, como no)
Por cierto, el ministro de la comunión, que me conoce bien, también me sonrió.
Por cierto, el ministro de la comunión, que me conoce bien, también me sonrió.