28 de diciembre de 2012

En qué se sabe que soy católica?

Un día de estos, muy enfadada, una persona que leyó mis comentarios sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo  me arrojaba por facebook la consabida retahíla de las lindezas con las que nos califican, acusan y sentencian de intolerantes a los católicos. 

Yo, sinceramente, hasta ese momento no me daba por enterada qué hacía para que se pusiera así pero el caso es que su desbordada reacción que terminó afectando a terceros me ha hecho reflexionar sobre si, verdaderamente, al exponer las razones de nuestra fe, defender a la Iglesia o al Papa, se sabe que nos hemos encontrado con Cristo tal como Zaqueo, Pedro o Juan. 

En qué se podría saber en la calle, en una reunión social, en el trabajo, en la familia que nuestro corazón ya no nos pertenece porque pertenece a Otro? 

Bien, según esa persona se sabe porque en todo lo que digo, aunque nada más diga “pa” trato de imponerme. Claro, hemos de considerar que ese “pa” para mi puede ser una cosa muy diferente a lo que interpreta pero el caso es que tras el “pa” esa persona no consigue ver por quien palpita mi corazón. 

Sin embargo, déjenme decirles una cosa. Ayer que almorcé y pasé la tarde con María José y Lorca en casa de la primera nuestra anfitriona hizo algo que me lo dejó ver. 

Qué hizo? A las tres de la tarde miró su reloj y nos preguntó: - Chicas, ustedes rezan la Coronilla de la Misericordia? Por supuesto, dijimos Lorca y yo. Entonces nos invitó a rezarlo en su consultorio que resultó ser un lugar silencioso y acogedor. 

Recordarme sentada en el centro de un gran sillón, con María José a mi izquierda y Lorca a mi derecha, las tres rezando viendo por la ventana, “idas “en lo que decíamos para mí fue glorioso. 

Tras de eso les comenté a las chicas: -Caray, muchachas. Saben una cosa? Esto que hicimos me recordó la primera vez que vi católicos comportarse privada y públicamente como verdaderos católicos y fue cuando conocí a Tati y a su esposo Damián, una tica y un australiano que se casaron tras conocerse de voluntarios en Calcuta al servicio de los más pobres. 

Rezaban el rosario en público, iban a misa diaria, se persignaban cuando pasaban frente a un templo, guardaban silencio ante los imprevistos dramáticos sin hacer aspaviento, siendo personas adineradas eran extremadamente generosos, rezaban antes de comer con sus hijas y lo hacían en latín estando o no en lugares elegantes, vestían con modestia, eran sencillos y estaban siempre alegres. 

Quizá la humildad en ellos era lo más destacado junto a lo razonables y alegres que se presentaban quizá aprendido en mucho al lado de los pobres más pobres y del corazón de las Hermanas de la Caridad.
Ahora bien, me digo que yo a ellos no me parezco en nada o en muy poco, en todo caso. De ellos a la legua se sabe que son católicos pero de mi? No, no se sabe y no se sabe porque en principio ando siempre ordenándoles la vida a todos y siempre, siempre en las discusiones debo de tener la razón y decir la última palabra. 

Claro, podría hacerme la tonta en esas discusiones y callarme pero el problema es que en verdad la tengo. Ya ven? Este es mi gran defecto pero además la razón por la que no consiguen tras el “pa” ver nada de mi Amado. 

Ayer, hablando de esta experiencia por facebook con Luis Xavier y un contacto que utiliza el seudónimo de Alonso Gracián, les pedí ayuda para comprender. Me ayudaron mucho con diversas recomendaciones y referencias las que aunadas con la rezadita espontánea de María José me ha dejado pensando un poco triste en lo poco y casi nada que por mis defectos los demás se enteran de por Quien vibra mi corazón.

Aunque bien, yo ante mis defectos que tan poco puedo me queda el consuelo de que para mejorar todavía me queda esperar el auxilio de la Gracia.

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