6 de diciembre de 2012

Puede un trastorno de personalidad ser un obstáculo para la vida de fe?

Pues, si. Un trastorno de personalidad puede ser un obstáculo para la vida de fe. Tan simple como eso.

No soy psicóloga ni mucho menos experta en el tema por lo que no he hecho de esa rama del conocimiento algo en lo que fundamente mi forma de ser o de pensar pero, es un hecho que -como cualquier recurso- me ha sido útil para resolver muchas cuestiones.

Por otro lado, he escuchado la opinión de teólogos moralistas que afirman tanto que la psicología es útil como que es completamente inútil para la vida de fe.

Estoy completamente de acuerdo con ellos ya que la psicología será útil en tanto se recurra a ella como quien recurre a un fisioterapeuta, es decir, para que nos sirva de apoyo en nuestro esfuerzo por ajustar lo que se ha desajustado; pero, será inútil en cuanto que existe el riesgo de que convirtamos la terapia en obsesión o que, simplemente, nunca llegue nuestra libertad a colaborar con ella. Lo más frecuente es que, quien requiera de la ayuda de la psicología, tienda a ubicarse en estas últimas situaciones.

Quién necesita de un psicólogo? Pues, casi todos necesitamos de uno.

Cómo nos damos cuenta que recurrir a la psicología es una urgencia para nosotros?
Cuando persistimos en determinadas conductas que nos hacen sufrir o hacen sufrir a otros.

Es obvio que un cristiano no solo no debería hacer sufrir a nadie sino que tampoco está llamado a la vida para sufrir. Tenemos claro que, si sufrimos, sobre todo si sufrimos por enfermedad o por dolor moral, ese sufrimiento tiene sentido en el Misterio de Redención; sin embargo, muchos vivimos sufriendo y/o hacemos sufrir a otros con nuestra personalidad o, mejor dicho, con nuestros trastornos de personalidad.

Y, cómo sabemos si sufrimos de un trastorno de personalidad?
Muy fácil: recurren a google. No es broma. Yo, por ejemplo, acabo de consultar sobre el tema y fui conducida a un enlace en el cual describen muy concisa y brevemente esos trastornos.

De inmediato identifiqué el mío. El mío es “trastorno de personalidad obsesivo-compulsivo” del cual me enteré de a poco y no sin mucho dolor pero sobre el que, una vez identificado y con la ayuda de Dios y de mi psicóloga, me ha resultado relativamente fácil hacer los ajustes para que haya dejado de tener graves consecuencias sobre mi vida y la de los demás. 

Cómo se llega a tener un trastorno de personalidad? Muy sencillo: existen miles de factores. Yo, por ejemplo, por el mero hecho de ser mujer y primogénita, soltera y habiendo fallecido mi madre, estuve mucho más expuesta a padecerlo que mis hermanos.

Como ven, no es algo que uno pueda prever y ni siquiera es algo de lo que se deba uno sentir culpable, sencillamente, sucede. Cualquiera de ustedes podría estar sufriendo por alguno de esos trastornos en este momento y ni siquiera haberse enterado.

Escribo y revelo estas cosas por dos motivos. Les explicaré: 

1. El primer motivo es debido a mi trastorno, es decir, me preocupo por sus vidas un poco más allá de mi deber. Sin embargo, como ahora sé que este impulso es parte de dicho trastorno, procuro contenerme por un par de buenas razones que se han nutrido de las verdades de nuestra fe:

a. He comprendido que no soy quien conduce la Historia de Salvación.
b. Nada de lo que diga podrá hacerlos cambiar si primero su libertad no colabora. 

2. El segundo motivo es que, una vez comprendido lo anterior, escribiendo sobre el tema hago de mi trastorno algo de beneficio para los demás, es decir, un acto de caridad. Lo que anteriormente no sucedía mientras no quise o no pude identificar mi trastorno y mientras mi libertad se resistía a colaborar con Dios y con mi psicóloga.

Como ven, los trastornos de personalidad pueden y –de hecho- son un obstáculo para la vida de fe, sin embargo –como para todo- existe solución.


Ojo, que conste que cada día debo hacer ajustes. Lo que pasa es que eso no me preocupa ya que también he comprendido que ni siquiera mi propia salvación depende de mi.

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