30 de noviembre de 2012

¿Eso no lo abolió el Concilio?

No voy a exagerar ni porque me conviene pero es cierto que, un día sí y otro también, aparece algún buen católico sorprendido porque se le hace ver que tal o cual cosa no la abolió el Concilio.

-“Y qué cosas no abolió?” 

Entre tanto que no abolió está el que no abolió el uso de latín, ni la música sacra, ni el velo, ni la comunión de rodillas y en la boca, ni siquiera abolió la misa que se celebró hasta 1970.

Claro, su desconcierto es total: llora, patalea y berrea como si fuera un niño al que se le informa que esa misa en su propia lengua a la que asiste, en la que canta, aplaude y baila, en la que le da la paz a Raimundo y a todo el mundo, en la que emula al cura en algunos de sus gestos y se siente “muy hermanitico de todos", a la que va vestido con ropa cómoda, en la que no se arrodilla ya que tampoco hace falta reconocerse pecador. Esa misa, la que a veces es así y otras asá, no es su madre legítima. Que no, que no lo es. 

Caray! Qué shock tremendo, no? 

Luego de ahí, se verá al doliente transcurrir por las diferentes etapas de la pérdida o duelo: 

1. La negación: -“Pero, dónde dice eso, en qué contexto fue dicho, en qué época, quién lo dijo, acaso no existe la “inculturación”, no tiene cada cura y Obispo potestad para modificar lo que considera necesario, seguiremos viviendo en el pasado?” 

Esta es la etapa de mera defensa de sus afectos y que puede durar días, meses e incluso años. Seguirá yendo a sus misas pero no podrá borrar de su memoria el hecho de que existe una realidad que desconoce como quien desconoce a su verdadera madre.

2. A la etapa de negación le sucede la del dolor por la separación de aquella misa en la que tenía puestos sus afectos. Durante este período pierde interés por la liturgia e incluso por la misa. Surge la preocupación por la imagen del cura, la de su Obispo, la de la Iglesia, por su propia imagen. Emerge el enfado y la angustia se manifiesta. Buscará culpables, de ahí que sobre quien primero arremeterá es contra su verdadera madre: la Iglesia. Luego seguirá contigo por haberte atrevido hacerle ver la realidad. 

3. Finalmente, pasará a la etapa de la resolución del duelo en la que los recuerdos le traerán sentimientos de ternura y hasta de cariño mezclados con tristeza superándose finalmente el dolor agudo y la nostalgia. 

Para este momento, muy probablemente, habrá tomado la determinación de buscar una misa en la que pueda beber de los pechos abundantes de quien lo parió. Es probable que se transforme en un activista de la liturgia por lo que lo veremos conversando con los curas y con sus hermanos sobre dicho tema. 

Para este momento habrá aprendido que si bien el Concilio no abolió tantas cosas tampoco instauró tantas otras.
 
Lo habrá aprendido por haber leído historia de la Iglesia, por haber aprendido de su Magisterio y por haber seguido al Papa en sus enseñanzas pero también por haber elegido asistir a una misa celebrada siguiendo al pie de la letra tanto la Instrucción General como el propio Misal Romano.

Ya no será el católico sentimental de antes pero si uno de mayor convicción que es lo que, total, necesita Cristo.

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