19 de noviembre de 2012

La nave hace agua, zozobra. Cristo duerme.¿Duerme Cristo?

Con la vida de la fe pasa como con la vida natural: uno debe poner de su parte. 

Para la vida natural lo ideal sería proponerse ejercicio diario, alimentación balanceada, diversión, entretenimiento, estudio, trabajo etc. Para la vida de fe lo razonable sería dedicarle tiempo a la oración, a los sacramentos, a los actos de misericordia y de piedad, etc.

Tanto para la vida natural como para la vida de fe ningún aspecto debería descuidarse, por lo mismo, cuando retiramos nuestra atención de alguno así como cuando le dedicamos mayor énfasis a otro, es cuando sobrevienen los problemas; por ejemplo, cuando se prefiere las carnes rojas a los vegetales sobreviene ácido úrico y colesterol. De la misma forma con la vida espiritual: cuando el énfasis se pone en la oración y se retira de los actos de misericordia sobreviene un retraso en la madurez humana y espiritual.

(La nave hace agua, zozobra. Cristo duerme.¿Duerme Cristo?)

Por la razón que sea, muchos nos dedicamos únicamente a aquellos aspectos de nuestra existencia que nos arrojan satisfacción. Rara vez admitimos que, justamente, aquellos que rehuimos o rechazamos son los que con mayor cuidado deberíamos de tratar. Luego aparecen los problemas por lo que, para cuando el médico nos manda a bajar el consumo de carnes rojas nos rebelamos. Lo mismo sucede cuando el sacerdote o un hermano nos hacen ver aquellos aspectos en los que renquea nuestra fe.

De cuándo acá para los cristianos, todo lo que consideramos beneficioso debe estar relacionado con satisfacción para que lo hagamos?. ¡Cielos!, pero –entonces- con quién estamos? No estamos con Cristo? Pues no, parece que no es con El con quien estamos.

(La nave hace agua, zozobra. Cristo duerme.¿Duerme Cristo?)

Yo, por ejemplo, me pregunto: Por qué un obispo que va de salida descuida exigir obediencia a sus presbíteros? No. En cambio prefiere esperar a que le nombren sustituto para dejarle la resolución del problema.

Así pasa con todo. Por ejemplo: Por qué los allegados al lefebvrismo descuidan el aspecto de hablar con obispos y párrocos para pedirles la celebración de la misa tridentina pero responsabilizan al Concilio Vaticano II? Ah, pues sí, eso hacen; y luego, ¡se quejan como señoritas!

(La nave hace agua, zozobra. Cristo duerme.¿Duerme Cristo?)

Por lo mismo, si el Santo Padre ha propuesto un Año de la Fe es, en primera instancia para que examinemos hasta dónde nuestra fe es fe en Jesucristo o simplemente la búsqueda de satisfacción.

Desde ahora los primeros desafíos que nos presenta el Papa no son pequeños: ha instituido la Academia Pontificia para la Latinidad, reorganiza la Curia romana para dar mayor énfasis a la arquitectura, la música y el arte para la liturgia. Restituye como norma el uso de la sotana y el cuello clerical para la Curia romana. Convoca a un Sínodo. Nombra cardenales, establece a otros en puestos claves, destituye obispos y sacerdotes. No se cansa de promover y renovar. No se cansa de poner el ejemplo.

Sin embargo, seguimos empeñados en buscar justificaciones: -Que el Papa no ha querido decir esto si no aquello! Que el Papa es Obispo de Roma pero no del mundo entero! Que la inculturación aquí! Que el ecumenismo allá! Que Bugnini para este lado y Ottaviani para el otro! Caray!

Siempre, siempre, siempre, justificándonos, pero ¡nada de estar con Cristo! ¡Nada!
Cada uno interrogue a Cristo en su fe; aunque la fe se halle dormida. Con razón fluctúas, porque Cristo se halla dormido en la nave. Dormía Jesús en la nave, y por eso zozobraba la nave entre las aguas y la gran tempestad. Vacila el corazón cuando Cristo duerme. Pero Cristo siempre vigila. Entonces, ¿qué significa “Cristo duerme"? Que duerme tu fe.
(San Agustín Comentario al Salmo 147,3)

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