23 de noviembre de 2012

Quede claro: ¡la soledad no existe!

Cada día son más las personas que a través de facebook me dejan saber de una u otra forma que se sienten solas aunque saben que no lo están.

Debo confesar algo. Vivo en el campo, lo que es maravilloso, pero tiene un inconveniente: nadie me visita. Ni mis amigos, ni mis parientes, ni siquiera mis vecinos. Los primeros no lo hacen porque no solo están siempre ocupadísimos sino porque vivo lejísimos de todos ellos. Los últimos porque, según me dijo el padre Guido, el aspecto de mi casa los intimida.

Por estas singulares razones es por lo que, por largos años he vivido sola, digámoslo así, aunque haya estado rodeada de personas que sin la menor duda me quieren. 

Les hago esta confesión ya que mi situación debe ser parecida a la que experimentan personas solteras, viudas o divorciadas en las urbes quienes, si bien no están solas, viven como si lo estuvieran. 

Este sentimiento de soledad es, muchas veces, el resultado de no haber aprendido a vivir en compañía de uno mismo; pero eso es normal y no requiere sino un pequeño esfuerzo el aprenderlo. 

Por lo mismo es que quisiera compartir algunos recursos de los que echo mano para no solo salir del aislamiento involuntario que imprime vivir en el campo sino para disfrutar de la propia compañía:

1- Salgo de casa cada vez que puedo: a la tienda de abarrotes, a la verdulería, salgo a caminar con mis perros para poder encontrarme con las personas que quiero.
2- He adquirido algunos hobbies: ser bloguera, la jardinería, la cerámica pintada a mano.
3- Hago ejercicio: salgo a la piscina y lo hago cada vez que puedo o lo necesito.
4- Dado que sábado y domingo cuido todo el día a mi padre me doy de regalo un día de vacaciones entre semana en el que salgo con el auto sin rumbo fijo a explorar la ciudad o el campo.
5- Cada cierto tiempo me tomo días libres para ir a algún hotelito previamente seleccionado.
6- Algunos momentos del día los dedico a la oración a solas en mi habitación.
7- También, cada día, hago un alto al final de la tarde para dedicarle unos minutos a actividades completamente diferentes tal como preparar un pastel, leer mi libro preferido, llamar a mis parientes para saludarlos, ver una película que haga reír o simplemente salir al jardín con mis perros.
8- Cierto, tener una o varias mascotas ayuda mucho a no sentirse solo. Esto debería contarse como un recurso adicional.

Tiempo atrás colaboraba con mi parroquia en todo lo que me pedían. Era encantador y liberador el ayudar de forma desinteresada. En otra etapa de mi vida hice trabajo voluntario el cual es de una riqueza enorme. 

Lo único es que, tanto con el trabajo parroquial como con el voluntariado, se ha de tener cuidado en las “dosis que consumimos” ya que tendemos a confundir el “hacer mucho” con “ser generosos y/o desinteresados”. Mucho cuidado con esto, nada más.

Como ven, lo que hago para disfrutar de mi propia compañía son cosas fáciles de realizar, la mayoría de ellas no implican gastos o al menos no gastos extraordinarios. 

El Señor nos mira sonriendo cada mañana. Necesitamos, antes de ponernos en pie, detenernos para recibir y devolver su mirada dándole gracias y entregándonos con alegría a lo que su Divina Providencia nos deparará durante el día. 

Ánimo! Es posible no solo salir del aislamiento sino disfrutar de la propia grata compañía como lo es también vivir confiados en la Presencia del Señor en nuestras vidas. 

Quede claro: la soledad no existe. 

Bien, esta es una entrada en la que resumo algunas de las cosas que les digo a quienes, depositando en mi una confianza inmerecida, me comparten sus situaciones personales. 

Espero les sirva para vivir una vida llena de satisfacciones.


Ups! Una recomendación muy importante: sepáranse del facebook ya que da una idea falsa de compañía. En todo caso, mejor salgan a buscar a las personas que conocen por ese medio. Conviértanlas en verdadera y real compañía.

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