Yo, bien lo sé, de sencilla me paso. Por ello, muchos se sienten
ofendidos y me lo reclaman como si ser persona sencilla fuera pecado.
Lo cual me da mucha risa, dicho sea de paso.
El caso es que, por sencilla, fue que se terminaron todos mis
problemas con la santidad, cuando en la clase de Misterio de Dios
(Trinidad) comprendí que Cristo está sentado con su humanidad
glorificada a la diestra del Padre.
¡Cielos! La humanidad de Cristo, la que comparte conmigo, mi propia
humanidad, ¡está ahora a la diestra de Dios Padre!. Sencillamente, no
tengo palabras para describir el asombro, la admiración y la gratitud
que me provocó comprenderlo.
Quiere decir que mi humanidad, ésta que me da tantas alegrías como
tristezas: que me desalienta y se pone enferma y hasta me hace caer en
pecado, es de tan altísima dignidad que Dios Padre en su Hijo la tiene a
su lado. ¡Increíble!
¡Caray! Se dan cuenta? El Señor no la aborrece, como a veces
aborrecemos la propia y de la de los demás, sino que la ama y la quiere
para sí y a su lado. ¡Inaudito!
Dios Padre, Creador nuestro, verdaderamente –en mi humanidad- ama su
Creación. En mi humanidad y en la tuya, en la de todos. En la de quien
te lastima, en la de quien te hace feliz. En la de quien te apoya así
como en la de quién te traiciona.
Por eso, pienso que nos hacemos mucho daño, sin mencionar lo que
estaremos ofendiendo a Dios, el que pensemos que alguno está de más en
la Iglesia.
Es tan absurdo el pensar de ese modo como sería si alguno de los
santos que está gozando en Cristo de la gloria de Dios pensara que
alguno de los otros a quien Dios también ha glorificado está de más allá
en el cielo.
Pues lo mismo aquí, ya que con aquella Iglesia que transcurrió como
nosotros en el tiempo, compartimos una misma naturaleza humana y, como
si fuera poco, ¡la compartimos con Cristo!. ¡Somos de los mismos! A qué
viene entonces que, como dije ayer, tengamos desprecios unos para con
los otros? Es ridículo, si se pone uno pensar.
Yo, como persona sencilla, para cuando me veo en la necesidad de
corregirme me pongo a pensar en estas cosas ya que me ofrecen
perspectiva; la que sospecho deben de tener Todos los Santos que
celebramos hoy.
Tengo la impresión de que es con su perspectiva que hemos de mirarnos
para evitar ponernos zancadillas. Con cuanta reverencia, en todo caso,
tendríamos que tratarnos.
Así es: hemos de mirarnos con la perspectiva de Todos los Santos quienes como peregrinos no solo compartieron su humanidad con Cristo sino que en ella comparten ahora con El también su gloria.