21 de noviembre de 2012

Dios, ¡sabe lo que hace!

Dios, sabe lo que hace. 

Me está moldeando ahora que la realidad ha puesto a mi padre bajo mi cuidado.

Me veo llevando mi vida al ritmo que mi padre conduce y ha conducido siempre la suya. Un ritmo al que por años me resistí ya que siempre he querido obtenerlo todo de inmediato; pero papá nunca ha sido así, siempre ha sabido esperar por lo que se toma con toda calma cada detalle, tal como abotonarse, lavarse los dientes, colocarse el abrigo, recoger y acomodar lo que dejará en su mesita de noche antes de acostarse. Puede bien transcurrir una hora entre lo que se pone el pijama y se acuesta. 

Eso, para mí era un insulto hace unos meses: -“Cómo espera papá que le dedique al día una hora a algo que se podría hacer en pocos minutos? ¡Imposible!”, solía escuchar en mis adentros.

No saben cuánto me resistí. En verdad hice mi mejor esfuerzo pero sin resultado alguno; sin embargo me alegro de mi fracaso ya que he aprendido mucho más de papá viviendo a su ritmo de lo que por años he aprendido de mi misma queriendo vivir al mío.

Dios, ¡sabe lo que hace!. 

Nada de impaciencia con tal cliente, servidor, gobernante, vecino o amigo. Mucho menos perder la paciencia con la conversión de unos o la falta de reconciliación de otros. 

Es posible vivir al ritmo de Quien sabe hacia dónde vamos.

Haberlo aprendido es de lo mejor que pudo haberme pasado en la última década. 

Esto es parte lo que voy encontrando en mi camino durante el Año de la Fe.
“Avanzamos en este Año de la fe llevando en el corazón la esperanza de redescubrir el gozo de creer y el entusiasmo de comunicar a todos la verdad de la fe. Ésta conduce a descubrir que el encuentro con Dios valoriza, perfecciona y eleva lo que hay de verdadero, bueno y bello en el hombre. Nos permite conocer a Dios en el encuentro personal, pues Él se ha revelado a sí mismo y no se ha limitado a darnos una información sobre Él. De este modo abre el corazón y la mente humana a horizontes nuevos, inconmensurables e infinitos. La fe no es ciega, trata de entender y demostrar que es razonable. Por eso es un impulso para la razón y la ciencia, porque abre sus ojos a una realidad más grande, que permite conocer mejor el verdadero ser del hombre en su integridad. Fe y razón se necesitan y complementan, no sólo para una comprensión meramente intelectual sino también para alimentar verdaderas esperanzas en la humanidad y orientar las actividades hacía la promoción del bien de todos. El testimonio de quienes nos han precedido y han dedicado su vida al Evangelio siempre lo confirma: es razonable creer”
Benedicto XVI, Audiencia General, miércoles 21 noviembre del 2012
Cuánto quisiera, amado Señor, que cada uno de nosotros mirase su conducta ante la realidad de tal forma que pueda descubrirte en ella tal como tan evidentemente te me muestras. Cuánto quisiera nunca jamás perderte de vista!

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