12 de noviembre de 2012

Una cosa es verla venir y, otra muy diferente, bailar con ella

Hoy no es un buen día para escribir una entrada a este blog ya que es el día en que no cuento con la ayuda con la que por lo regular cuento para cuidar de mi padre; sin embargo, haré el esfuerzo porque es, justamente, la motivación que necesito para intentar transmitirles una de mis preocupaciones. 

Hasta hace muy poco mi padre venía siendo un anciano muy saludable al punto de que lejos estaba de mis hermanos y de mi preocuparnos por el futuro de su salud; sin embargo, todo cambió cuando, intentando subir una de sus piernas tan solo un peldaño de menos de 17cms de altura, el ángulo de su rodilla, sencillamente, no le dio y ¡cataplum!, cayó al suelo cual largo es, golpeándose su cadera la que se fracturó.
Desde entonces nuestras vidas no han sido lo mismo ni volverán a serlo.

En principio estuve incluso entusiasmada porque el Señor, con el accidente, me estaba colocando en una situación que sospechaba un desafío para mi tanto en lo físico, emocional como espiritual; sin embargo, una cosa es verla venir y otra, muy diferente, bailar con ella. 

Han sido meses durísimos de los que nos hemos sobrepuesto parcialmente y solo gracias a la misericordia de Dios.

Uno, bajo la circunstancia de un anciano en casa que no se vale por sí mismo, llega a comprender hasta cierto punto a aquellos que terminan llevándolos a un ancianato, a los que terminan sacrificándolo todo por cuidarlos pero también a aquellos ancianos que están solos ya sea por elección o no.

Con esto lo que quiero decir es que “el mundo del anciano y de quienes los cuidamos” es un mundo desconocido para casi todos por lo que no vendría mal que nos vayamos preparando. 

La mayoría podría pensar que bastaría con tener los recursos económicos suficientes para cuidar de ellos con dignidad pero el caso es que no bastan. 

No basta el dinero para pagar a un ayudante o enfermero en casa y no basta para pagar sus cuidados en una institución porque después de pagar esos servicios queda todavía el aspecto emocional del anciano y de sus seres queridos el cual no debería nunca de descuidarse y, sin embargo, resulta que se descuida muchísimo.

Los ancianos, no obstante todos los demás cuidados, quedan descuidados en el aspecto emocional pero también los cuidadores nos descuidamos y ya no solo en lo emocional sino también en lo físico. Dejamos de hacer ejercicio, nos alimentamos mal, nos engordamos, nos vienen situaciones de estrés, nos deprimimos, nos frustramos, nos llenamos de temores y nos enfermamos. 

Algunos de nosotros damos con el problema y conseguimos hacer algo al respecto pero muchos otros se sumergen en esa situación hasta el punto que terminan sobrellevando la ancianidad o enfermedad de su ser querido bajo tan difíciles circunstancias como ellos. 

Lo cual es absurdo, triste e injusto para todos ya que no creo que sea ese un estilo de vida para el cual el Señor nos haya traído a la existencia.

Esta es una entrada para hacer un llamado no solo a quienes en sus cincuenta años todavía gozan de buena salud para que se vayan preparando para las próximas décadas tanto en lo que respecta a quien cuidará de ustedes cuando lleguen a viejos o les sobrevenga un mal estado de salud como en cuanto a que se preparen para cuidar de sus viejitos; pero no solo eso, para que cuando estén bajo esa circunstancia recuerden buscar la ayuda necesaria para que puedan así también cuidar muy bien de sí mismos.
NOTA: En mi país y como cuidadora se a quien recurrir por ayuda ya que el sistema de salud ha previsto este tipo de cosas pero ignoro si es lo mismo en otros países. En todo caso, para aquellos que cuidan de ancianos en cualquier parte del mundo hispano parlante, les dejo esta tabla con la descripción de los factores de riesgo para los cuidadores y a los que deben ponerse atención.


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