23 de octubre de 2009

¡De asombro en asombro!

Recién salgo de InfoCatólica de leer a Monseñor José Ignacio Munilla en el que comenta -con el asombro de una alma ingenua- (como la mía) las sencillas y simpáticas frases de niños de catequesis que le llegaron a su correo en un ppt.

Le mencionaba a Monseñor en mi comentario que con su nota me había traído a la memoria los gloriosos años en que trabajé con niños, no solo en la catequesis, en el Museo de los Niños de mi país o en las actividades de estímulo a lectura que realizamos mi amiga Simona Trovato y yo en la Librería Internacional donde trabajamos, sino como voluntaria en aquél proyecto comunitario del Cuerpo de Paz en mi comunidad dirigido a la estimulación temprana en niños de escasos recursos en edad pre-escolar del que fui fundadora e instructora por varios años.

Le hice una breve referencia a estas actividades pero también a cómo fue que, desde estos diversos ámbitos en los que me relacioné con niños, Dios me fue conduciendo, poco a poco, de regreso a El.

En torno a esto, recuerdo que hace un par de días mencionaba, que dentro de mi proceso de conversión hubo una ocasión en que, mirando una fotografía de cuando tenía 13 o 14 años, me decía a mi misma que deseaba volver a ser esa niña; hoy, luego de tantos, tantísimos años como han transcurrido desde entonces, puedo asegurar que puedo mirar el mundo y en él a la vida con aquella misma mirada.

Pero es posible "Volver a ser como niños..."? Entiendo que la frase puede sonar melosa a más de uno, entiendo que cuando se nos incentiva a retonar a aquél estado, muchos se sientan ridículos o subestimados, es normal, pero lo que no es normal es que nos cerremos en la idea de que es ridículo sino además imposible, porque no lo es, porque el camino de conversión es, desde mi experiencia -y en la de más de uno, supongo-, un desandar el camino de la complejidad de la vida adulta.

Y para resaltar el hecho les informo que, en este desandar que ha sido mi vida, conseguí una brújula/termómetro super-hiper-mega eficaz, que no deja lugar a la menor duda y que utilicé para verificar si iba en la dirección correcta y cuánto iba penetrando en el camino de la recuperación de mi capacidad de asombro y ha sido ésta brújula/termómetro la oración del Padrenuestro.

Cada vez que lo rezaba, me decía a mi misma: -"Cuando pueda decir el Padrenuestro completo, sin que en alguna frase me frene o provoque incertidumbre de ningún tipo, cuando la pueda decir con plena soltura, sabré que Dios ha vuelto a ser mi Padre y yo su hija, su pequeña niña".

Así sucedió.

Y es que por favor, díganme quién no ha tenido heridas suficientemente profundas para que se le dificulte tener la confianza y seguridad para llamar Padre a Dios, con la espontánea naturalidad, el cariño y respeto con que un niño que se sabe amado llama a su padre? Yo no, claramente, y creo que serían muy pocos los que podrían; en fin, que luego de muchos años, de mucha historia, volví a saberme amada, amparada, protegida y preservada de todo mal por mi Padre, mi Padre Dios.

Por eso es que hoy me ha conmovido la nota de Monseñor Munilla, me han conmovido las frases de los niños que cita allí y que le llegaron en el power point, me conmueve que todavía haya gente como yo que se asombra con estas pequeñeces y que lejos de quedarse en el sentimentalismo, nos sirva para recogernos dentro de nosotros mismos y darnos cuenta que nuestra historia personal, la gracia divina, nuestra libertad y voluntad en colaboración con ella, logran recuperar para nosotros invaluables tesoros como es el de nuestra capacidad de asombro.

Pues bien, para no alargarme más (y para que comprueben que en esta vida -si uno ha perdido un poco del temor al ridículo- es capaz ir de asombro en asombro) justo después de leer a Monseñor Munilla, entré al facebook y un nuevo contacto, el señor Lorenzo Carvallo, había colocado este hermoso video que les dejo aquí.

A ver si consiguen atar cabos, saltar de asombro en asombro y, si lo logran, por favor, no se molesten en salir de el.



La coherencia de los sencillos:
“Querido Jesús: Ya no me he vuelto a sentir sola
desde que he descubierto que existes”. (Nora) -y yo-.

Tomado del artículo de Monseñor Munilla.

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