8 de octubre de 2009

La medicina de Dios

He venido siguiendo de cerca las directrices que a lo largo de los últimos años ha dirigido nuestro amado Pontífice a sacerdotes y laicos en torno a una de las prioridades de su Pontificado “hacer del encuentro personal con Jesucristo la razón fundamental de [la] propia existencia”. En términos generales y como corresponde a su investidura de Pastor ha señalado en la Audiencia general del miércoles 07 de octubre del 2009 que «Sólo desde la fidelidad a Cristo puede brotar la verdadera renovación eclesial» Citando a San Juan Leonardi, el santo sacerdote farmacéutico, Benedicto XVI añadía: "la renovación de la Iglesia debe llevarse a cabo por igual en los jefes y empleados, por arriba y por abajo; debe comenzar por quienes gobiernan para extenderse después a sus súbditos". Estas palabras han encontrado eco hoy en mi, particularmente, porque días atrás recibí en el buzón de correo la respuesta del Vicario de Pastoral Litúrgica de la Curia Metropolitana a mi consulta sobre las directrices del Arzobispado y de la Conferencia Episcopal de mi país sobre retomar el uso de ofrecer la comunión de rodillas y en la boca. Su respuesta, para ser fiel al mensaje que contiene, debo señalar que se resume en: “Si, pero no”. Estará de más describir mi asombro? No, no lo creo. Y no lo creo porque existen documentos del Magisterio y de la Sagrada Tradición que apoyan y aconsejan el uso de dicha costumbre hoy abandonada, y también porque el Santo Padre en su Magisterio ha sido claro en relación a que "Es necesario volver a empezar desde Cristo".[1] Pero, cómo volver a empezar desde Cristo si Cristo para muchos es hoy –sin temor a exagerar- una directriz administrativa antes que un acontecimiento? Cómo empezar desde Cristo si para muchos el Hijo del Dios Altísimo en el Banquete de la Eucaristía no es sino el acompañamiento de un menú cuyo plato fuerte es la reunión social y la charanga? Cómo empezar desde Cristo, si Cristo hoy es para muchos sacerdotes el recurso para atraer a los fieles hacia su muy particular forma de interpretar la doctrina? Cómo empezar de Cristo si no es Cristo (ni la Liturgia) fuente ni culmen en sus vidas (y hasta colocan obstáculos para que continue siéndolo en las nuestras)? El Papa, citando a San Juan Leonardi, añade: "la renovación de la Iglesia debe llevarse a cabo por igual en los jefes y empleados, por arriba y por abajo; debe comenzar por quienes gobiernan para extenderse después a sus súbditos". Y, cómo empezar por Cristo si quienes gobiernan han ido, paulatinamente, conformándonos a su mentalidad centrada en sus personas, gustos e intereses particulares en lugar de ser -en fidelidad a Cristo y a su Iglesia- guía y compañía en nuestra configuración a Cristo? Me dirán que un dejo de desencanto y frustración se descubre entrelíneas en mi texto, y tendrán razón, y la tienen porque después de varias semanas haciendo consultas en diferentes instancias del clero diocesano en mi país, la respuesta unánime ha sido: “Si, pero no. Si, sabemos lo que dice el Magisterio; si, sabemos lo que pretende el Santo Padre; si, sabemos lo que dice la Sagrada Tradición, pero…; pero, en nuestra diócesis hacemos la cosas diferente”. Claro, ante esta realidad y calidad de respuesta me da por preguntarme, y con toda la razón, acerca de cómo es posible que nuestros Obispos hayan caído en tal desidia, por no llevar la expresión hasta el extremo de llamarla desconfianza o peor aún, desobediencia? Qué clase de formación recibieron que les hace considerar que sobre la doctrina están autorizados a colocar su muy particulares razones pastorales? Desconocen o a sabiendas ignoran que sobre las normas particulares de las diócesis existe una ley universal que las supera? Qué sucede con nuestros Obispos y sacerdotes? Será que realmente han perdido de vista a Cristo? Será posible que hayan descuidado hasta tal punto su relación con él, en la oración personal y Litúrgica? Será posible que no vislumbran el atentado a la unidad de los bautizados que infringe su actitud? Ahora entiendo por qué descubro cada día católicos que, ante la incertidumbre y desconfianza que suscita la indefinición de criterio de nuestros pastores, han encauzado su fidelidad al Papa y a la Iglesia hacia la seguridad que les ofrece nuestra amada Madre María Santísima, la canalizan también hacia –lo que me parece poco saludable- achacar lo que se les hace incomprensible a la influencia de Satanás entre los hombres; otros, que no hallando del todo razones, achacan la causa de estos sucesos al Final de los Tiempos y viven su vida de fe injustamente sometidos a la zozobra y el resquemor. Y, por último, están los otros que, analizando los acontecimientos a la luz de Cristo, no desean ni procuran otra cosa que mantener fija su mirada en El, confiar y esperar, orar y actuar desde los ámbitos de su vida diaria, son éstos los que suscitan entre los hombres, tal y como el Papa propone y según San Juan Leonardi sugiere que: "Es necesario volver a empezar desde Cristo", lo que constituye indefectiblemente –como bien señala nuestro amado santo farmacéutico: "la medicina de Dios”. Su Santidad destacó en este día, que "la figura luminosa de este santo invita a los sacerdotes en primer lugar, y a todos los cristianos a tender constantemente a la santidad”. Porque, “Sólo desde la fidelidad a Cristo puede brotar la verdadera renovación eclesial. Sólo los santos [ ] que se dejan guiar por el Espíritu divino, [ ] renuevan a la Iglesia y contribuyen de manera decisiva a construir un mundo mejor”.[2]
Y por eso me pregunto: ¿qué estamos esperando -estimadísimos Obispos y sacerdotes- para "volver a empezar desde Cristo", qué esperamos para tomar confiados y obedientes "la medicina de Dios"?
-------------------------------- [1] http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=4447 [2] Ibidem

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